Curar un cuerpo enfermo tenía que ver, en cientos de civilizaciones antiguas, con el equilibrio de las energías corporales. Los pitagóricos en Grecia curaban mediante el orden numérico, creyendo que el problema de la enfermedad estaba en que el cuerpo era un caos que necesitaba orden.También curaban con música, viendo en ésta el principio trascendente del universo.
En Asia, la tradición médica se ha basado milenariamente en hierbas como el chang san, y aún hoy recurren a prácticas como la meditación zen. En el continente americano aún pueden encontrarse médicos tradicionales que utilizan la rica flora del continente para producir ungüentos e infusiones, cuya prescripción es acompañada con prácticas como los baños de vapor (o temazcal) en México.
Esto es diametralmente distinto a la actual industria farmacéutica y a las drogas sintéticas que produce, y que han sustituido en gran parte a las prácticas médicas llamadas alternativas. Casualmente, fue en la Europa del siglo XV donde la química se impuso como medicina, tomando el lugar de la botánica que hasta entonces se practicaba. Desde entonces, la farmacéutica impuso su forma de concebir la salud al mundo entero. El mismo acto de normalizar estas sustancias, atrajo como consecuencia que cualquier otra forma de curación herbolaria o natural fuese asunto de incertidumbre. Incluso se ha sabido que las grandes corporaciones farmacéuticas se han valido de prácticas deshonestas pare poder mantenerse en el mercado, como ya ha sido documentado. A la postre, esta industria ha resultado peligrosamente anti-ecológica.
¿Qué pasaría si las grandes farmacéuticas desaparecieran de la noche a la mañana?
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Si esto pasara, tendríamos que volver a principios holísticos de medicina, donde lo más importante es integrar la naturaleza al método médico y sobre todo, lograr la sanción completa de la salud. Se tendría que retomar la medicina tradicional, no ya sólo como una “curiosidad” o una alternativa, sino con toda la seriedad que implica aproximarnos al conocimiento ancestral sobre las plantas y sus usos.
Probablemente tendríamos que poner más atención a lo que comemos y a las actividades que realizamos, tomando en cuenta que no habría un medicamento milagro que nos aliviara. Quizás encontraríamos que, algunas dolencias o padecimientos crónicos, nos suceden por nuestro estilo de vida, y en lugar de buscar paliarlos cada día tomando una Aspirina, intentaríamos erradicarlos con otras formas de vivir.
Si todo eso pasara, en Estados Unidos no se reportarían cada año 100 mil muertes por efectos adversos a fármacos, sino solamente las muertes aisladas por mal uso de hierbas o intoxicación por error con fármacos naturales.
Y quizás antes de lo que la industria farmacéutica ha podido hacerlo, encontraríamos remedios menos agresivos a graves enfermedades, y más gente sabría de las muchas propiedades antioxidantes de las hierbas, que tienen efectos positivos sobre enfermedades graves como el cáncer, el déficit de la memoria, Alzheimer, ateroesclerosis, diabetes y otras enfermedades cardiovasculares.
No parece vislumbrarse un fin de la industria farmacéutica. Y quizás no haya que esperarlo. Pero podemos hacer que ocurra en nuestro ámbito personal o familiar, y abogar mientras tanto porque dicha industria deje de ser tan nociva para la salud global y el medio ambiente, y al contrario, si les es necesario mercar con lo esencial que es la salud, lo hagan desde formas alternativas y naturales que no devengan muchas más enfermedades.
*Referencias: Industria Farmacéutica – Herbal versus synthetic drugs; beliefs and facts – Jaime Buhigas – Pitágoras y la Música de las esferas