La película de Inside Out –Intensamente, en español latino– nos demostró cuáles son las emociones básicas que cada ser humano experimenta a lo largo de su vida: alegría, tristeza, temor, desagrado e ira. Son algo natural. Podríamos decir que se experimentan de manera impulsiva. Sin embargo, existen otras, la combinación de estas básicas, que se vuelven realmente más complejas pues requieren de una consciencia emocional o afectiva. Es decir que, mientras que las emociones básicas suceden automáticamente –sin mucho procesamiento cognitivo–, las emociones complejas requieren de una toma de consciencia de sí mismo, tales como la vergüenza, la culpa y el orgullo. En otras palabras, requieren de una reflexión y una evaluación de uno mismo, las cuales son características intrínsecas del raciocinio del humano. Por lo que, ¿qué tan real es que las mascotas sean capaces de sentir vergüenza tras haber tenido una conducta reprochable?
Al hablar de estas emociones complejas es esencial comprender que, para sentirlas, se requiere la comparación de nuestra conducta o situación con una expectativa social. Por ejemplo, cuando uno siente culpa se debe a una especie de reflexión acerca de la violación de una regla social –tuvimos que estar conscientes de esta regla para romperla y entonces sentirnos mal al respecto. Y ahora vemos a perros, en numerosos videos, sintiendo culpa por haber roto una regla social de conducta… Pero, ¿los perros son reflexivos y evaluadores de su propia conducta?
Entre los humanos, los niños empiezan a experimentar la empatía y otras emociones secundarias alrededor de los dos años –edad, la cual, se estima que es la habilidad mental de un perro. Esta conclusión permite comprender que si un perro mantiene la edad mental de un niño de dos años, significa que también mantiene las emociones. Por tanto, los perros tienen claramente emociones y puede ser que algunas de las que se encuentran en adultos humanos.
No obstante, los científicos se cuestionan si lo que realmente sienten los animales es culpa o miedo a una reprimenda. La evidencia de las emociones primarias, como el amor y la felicidad, es reconocida científicamente; pero apenas hay data empírica que afirma que también son capaces de experimentar emociones secundarias como celos y culpa. Por lo que, cuando un perro actúa con culpa, ¿es porque sabe que hizo algo mal o porque está esperando una consecuencia?
Sin darnos cuenta, quizá los animales –como seres sociales– cuenten también con toda una diversidad de emociones para mantener vínculos sociales. Sin embargo se necesita aún una serie de estudios científicos para comprobar que los animales cuentan con funciones cerebrales similares a los humanos, permitiéndonos sentir emociones complejas como la vergüenza, el orgullo y la culpa.
Scientific American explica que los cerebros de los perros tienen regiones sensibles a la voz y que estas áreas neurológicas se parecen a las de los humanos. Al compartir estas zonas en ambas especies, procesan las voces y las emociones de manera similar. Ambos grupos responden con la misma intensidad de la actividad neuronal al escuchar voces que reflejan emociones positivas –como la risa: “Los perros y las personas, sin embargo, responden más intensamente a los sonidos de sus propias especies”. De modo que, sólo nos queda preguntarnos: ¿los perros son capaces de sentir vergüenza por comer la basura del basurero? Posiblemente. Quizá sólo sea una manera de neurotizar a los animales a manera de humanos… Y hasta que no se pruebe lo contrario, no hace ningún daño pensar que son seres emocionales.