El campo debe ser una vía de progreso, y no un símbolo de atraso. Esta idea –que la misma ONU ha puesto en la mesa– resuena sobre todo en América Latina, donde la mitad de las exportaciones son agroalimentarias, y donde existe una vasta población que subsiste del campo, los bosques y otros ecosistemas naturales.
El inequitativo contraste entre el desarrollo del campo y la ciudad es un peligro que puede afectar a la sociedad en el futuro cercano, pues mientras la urbanidad se ha concebido como símbolo de futuro e innovación y continúa siendo el lugar que mayores recursos recibe para su desarrollo, el medio rural se ha estancado principalmente por falta de recursos y abandono.
[related]Según Julio Berdegué, subdirector general de la FAO, es necesario contar con el campo para cumplir con la Agenda 2030.
Debemos fomentar una ruralidad moderna, dinámica, innovadora, pero llevamos 70 años con estrategias de desarrollo que buscaban superar lo rural, y eso no se cambia de un día para otro. Esto implica vencer muchas resistencias, porque hay quienes se benefician políticamente de que las cosas sigan siendo como son. Y tenemos que vencerlas por medios democráticos, que son más lentos, pero son los únicos posibles.

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Entender al campo y sus diferentes usos
Primero hay que redefinir qué es el campo y entender todos, gobiernos, empresas y ciudadanos, que puede haber una ruralidad moderna, sostenible y al mismo tiempo respetuosa de las tradiciones y culturas:
En una entrevista para El País, Joaquín Lozano, del Fondo Internacional de Desarrollo Agrícola, señala:
Hay dos mundos rurales muy distintos. Por un lado hay una industria competitiva enfocada a la exportación, con acceso a tierras de calidad, y luego hay campesinos con tierras peores, a los que les falta acceso a los servicios básicos.
El funcionario hace énfasis en que existe una dualidad rural-urbana y que incluso la ruralidad está mal concebida, pues se minimizan sus problemas, y eso ha fomentado un rezago en términos de pobreza, hambre y salud.

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Esos temas afectan mucho más a quienes viven en el campo, y todavía más, a las poblaciones indígenas:
Hay un concepto equivocado: en México una pequeña aldea de 2,501 habitantes se considera urbana, aunque la mitad de su población viva de la agricultura. Lo mismo en Chile y eso condiciona los recursos que vamos a destinar. Si creemos que el problema es pequeño, destinaremos menos esfuerzos.
Adicionalmente, ese problema de definición afecta los fondos que se reciben para el desarrollo rural. Sin embargo, Berdegué no cree que el problema principal sea la falta de recursos:
En muchos países el problema no es tanto de fondos como de la calidad de las políticas públicas. En muchos casos se hacen políticas asistenciales hacia la agricultura familiar, en lugar de en apoyarles para que ellos puedan superar la pobreza.
Las comunidades indígenas son la puesta en marcha de una democracia étnica real
Según explica la especialista Claudia García, a raíz de la tala inmoderada, la contaminación de ríos, la extinción de selvas y bosques, el fracking y el cambio climático, los indígenas se han asumido como activistas, a partir del derecho colectivo a la autodeterminación, entendida como una mayor participación y autonomía en el contexto del estado nacional.

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Algunos de los triunfos del activismo indígena:

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México y América Latina en el uso de herramientas democráticas en el campo
Sin duda, el paso máximo de México hacia la sustentabilidad debe darse en el campo, lugar de prácticas milenarias, fuente de alimento de millones de personas y un sector que enfrenta numerosos retos en cuanto a calidad y apoyo a la industria local.
A México le urge una estrategia medioambiental clara. Por ahora, da la impresión de que entre los candidatos no existe una agenda en cuanto a estos temas correctamente desarrollada.

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Julieta Ponce, especialista en nutrición, dice:
Los jóvenes ya no siembran. Y aunque volver al campo es la respuesta evidente, porque significaría poner la producción de alimentos en nuestras manos y, así, tendríamos acceso a comida saludable, el asunto es mucho más complicado. Los estilos de vida que persigue la juventud mexicana se relacionan poco con la vida del campo y no se puede forzar a la población a modificar sus intereses. Lo que sí podemos hacer es incentivar la producción campesina.
En este contexto, el gobierno mexicano debe implementar medidas de apoyo e impulso a la producción local, es decir, a las comunidades que viven de esta práctica.
De igual manera, es primordial hacer énfasis en el consumo responsable, privilegiando los productos locales, artesanales o con el sello Hecho en México, para promover la producción nacional a pequeña y gran escala.