A menudo, los humanos son descritos como “primates sin pelo”, aunque en parte es verdad, en parte mentira, no somos los únicos mamíferos que compartimos esta característica.
Ya sea por evolución, o por mutación, algunas especies, quizá no muy dotadas de una belleza natural, son carentes de algún pelaje que cubra su cuero.
Las siguientes especies son ejemplos de cómo la naturaleza adecua, para distintos fines, características de supervivencia a cada individuo que habita en la Tierra y en el mar.
Los cetáceos, que incluye a las ballenas y a los delfines, existen desde hace más de 30 millones años. Su carencia de pelo se debe a que es un animal acuático. El reemplazo a esta carencia es una capa de grasa que está cubierta por su piel.
La parte más peliaguda del cuerpo de un elefante es el mechón en el extremo de su cola. Para el control de la temperatura, los elefantes han prescindido de la piel con pelo. Como estos grandes animales viven en ambientes cálidos, su problema principal es mantenerse fresco, así que es más fácil perder el exceso de calor a través de su piel gruesa que a través de una capa de pelo.
Algunos animales son calvos por naturaleza; otros, por diversos factores genéticos modificados. Tal es el caso del perro crestado chino, que, a pesar de su nombre, se cree que se originó en África, tal vez como resultado de la cruza con la especie mexicana xoloitzcuintli.
La rata topo vive bajo tierra, por lo que no necesita un abrigo de piel para protegerse del sol. Su temperatura corporal está determinada por su entorno y no por homeostasis, de hecho las ratas topo tienen alrededor de 100 pelos finos en sus cuerpos, los cuales actúan como apoyos para que perciban su entorno. Ellos también tienen pelos entre los dedos del pie, lo que hace que cavar un túnel sea más fácil.
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