La crisis del robo de combustible en México, también llamado huachicoleo, ha despuntado en los últimos años. Entre 2012 y 2017, se reportó un aumento del 528% en esta actividad, mientras que Pemex registró 12,581 tomas clandestinas durante el 2018. Sus consecuencias han golpeado la economía del país e incluso cobrado vidas humanas. A pesar de las medidas adoptadas para frenarlo, el fantasma de un problema que muchos ignoran sigue al acecho. Se trata del impacto severo que el huachicoleo tiene en el medio ambiente y el daño que asesta en los cultivos mexicanos.
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¿El huachicoleo acabará con el medio ambiente de México?
Por más calamitosa que parezca, es válido hacerse esta pregunta. A la fecha, ya existen alrededor de 4,500 sitios contaminados por el huachicoleo.Los perniciosos resultados tienen que ver con los métodos de extracción de combustible. Cuando se perforan los gasoductos que lo transportan, una cantidad importante de gasolina se derrama. Esto no sólo mata los cultivos que hay alrededor del ducto: también afecta la fertilidad del suelo.
Las zonas más afectadas son las que registran mayor actividad ilícita, como es el caso de Puebla. Para entender la gravedad del caso, basta con preguntar a los agricultores de la zona. Así hizo Buzzfeed News, y las declaraciones de los agricultores son preocupantes: la mayoría de sus cultivos han quedado contaminados. No alcanza con plantar más: los hidrocarburos derramados convierten la tierra alrededor de los gasoductos en zonas totalmente muertas.
Resanar el daño se complica aún más cuando se toma en cuenta el impacto hídrico del huachicoleo. Los derrames pueden llegar a ríos y lagunas naturales de los que se obtiene agua potable para los pobladores. De hecho, según Buzzfeed News, los habitantes de Palmarito, Puebla, temen que su comida ya esté contaminada. Como reconoce la Auditoría Superior de la Federación en su informe anual, la situación implica un “riesgo de efectos adversos en la salud humana, la flora, la fauna y el medio ambiente”.
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¿Cuál es la solución?
Según el Doctor José R. Tamariz, secretario académico del programa de Ciencias Ambientales de la Benemérita Universidad Autónoma de Puebla (BUAP), el suelo debe pasar por un proceso llamado biorremediación. Remediar la tierra podría reducir los daños casi en su totalidad, pero es un método costoso. Casi ningún agricultor podría desembolsar los 175 mil pesos por hectárea que se requieren.
La ayuda institucional es necesaria, pero se ha hecho poco para brindarla. Para el año 2018, Pemex no cumplió con la elaboración y ejecución de programas de trabajo para atender los sitios contaminados. Tampoco alcanzó la meta de remediar 43 hectáreas anuales.
En respuesta, la Suprema Corte de Justicia de la Nación, cedió a la Secretaría de Medio Ambiente y Recursos Naturales (Semarnat) la responsabilidad de frenar el impacto medioambiental. Pero un problema más se suma a cualquier intento de solución: la compleja red de actores involucrados en el robo de combustible.
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Varios científicos que se ofrecen a ayudar tienen que recibir acompañamiento del ejército cada vez que emprende la tarea de limpiar el suelo contaminado. Hacerlo solos implicaría entrar en el territorio de los grupos de crimen organizado que tienen amenazados a varios agricultores. De acuerdo a un agricultor entrevistado por Buzzfeed News, estos grupos distribuyen los hidrocarburos robados y cobran renta a los trabajadores de la tierra.
El desastre ambiental del huachicoleo puede frenarse, de acuerdo al doctor Tamariz, con programas inmediatos (y eficientes) de atención y de remediación de aguas y suelos. Para los campesinos de Puebla, las acciones ya se han demorado lo suficiente: “Despertamos oliendo a gasolina, con el cabello pegajoso. Comemos una lechuga y tiene gasolina, un brócoli y tiene gasolina” dice Nora Cruz, una de las pobladoras. “El problema sigue ahí. Nuestro suelo está contaminado”.