Hace poco presentamos un cortometraje que ha estado teniendo éxito en internet. Se trata de una preciosa pieza que hace alusión a un viejo cuento ayoreo, una comunidad indígena de Bolivia. En este trabajo se ejemplifica claramente las vetas de la visión occidental capitalista vs la de muchas comunidades indígenas aún existentes. Mientras la primera considera los recursos naturales como un producto, los segundos los consideran como parte de un todo existente (lo que conlleva un mucho mayor respeto al planeta).
En este cortometraje también se ejemplifica cómo las grandes empresas con sus argumentos modernistas (ya desgastados desde el siglo pasado) suelen llegar a imponer, gracias a su influencia, proyectos que relegan a las comunidades indígenas de sus beneficios.
En México, en la zona conocida como el Istmo de Tehuantepec, hasta hoy han sido instalados 24 parques eólicos para aprovechar el viento del sitio y generar electricidad. Lo primero que viene a la mente es que se trata de una buena noticia, pues se genera energía verde y sustentable, pero si profundizamos un poco más. ¿Quién se está quedando con los beneficios de estos proyectos? ¿Qué pasa con las aves de la zona al toparse con esta cantidad de hélices? ¿Qué pasa con las personas que han sido desplazadas para hacer los proyectos?
En un comunicado de prensa firmado por la Asamblea de los Pueblos Indígenas del Istmo de Tehuantepec en Defensa de la Tierra y el Territorio, organizaciones de la sociedad civil, ciudadanos y sobre todo miembros de la comunidad zapoteca de Juchitán de Zaragoza, están haciendo un llamado para acatar las observaciones presentadas por el Profesor James Anaya, ex relator de Pueblos Indígenas de Naciones Unidas, pues el proyecto “Eólica del Sur” ha sido aprobado por la Semarnat en su Autorización de Impacto Ambiental sin que antes la comunidad haya sido consultada como se establece en las normas internacionales.
Los inconformes argumentan que las asambleas que se llevan a acabo ahora, y la consulta que se pretende implementar, carecen de sentido si en realidad el gobierno ya autorizó el proyecto. Otro de los grandes rubros que suele generar gran desconfianza en los conflictos ambientales de México es que no existe una institución independiente, aparte del gobierno, que haga una evaluación ambiental, por lo que el Estado no solo tiene la última palabra, sino también la única palabra.
Hasta hoy no hay un estudio que resuelva los efectos ambientales que hasta hoy han generado los 24 parques eólicos de la zona. En este caso la comunidad peleará también por conseguir beneficios a largo plazo, incluyendo la posibilidad de generar empresas eólicas comunitarias. En el proyecto, las ventajas para la comunidades contempladas son tan ridículas como profesores de música y canchas de fútbol.
Las grandes empresas, con el argumento de la delirante musa de la modernidad, siguen menoscabando los derechos indígenas, quienes en realidad son un patrimonio para la humanidad, pues muchos de ellos, poseen una visión de la vida que es urgente retomar para preservar el Planeta.
Twitter de la autor: @anapauladelatd