A veces son personajes inspirados en la vida diaria, a veces son animales –como en el caso de El viejo y el mar, Moby Dick o El lobo estepario–. También hay escritores obsesionados con elementos del paisaje, un río, árboles, que reviven nuestra comunicación con la naturaleza. La literatura da voz a lo inimaginable, especialmente a aquello que está a punto de perderla.
Algo así le ocurrió a Lars Mytting, un autor noruego que se adentró en el bosque de la escritura para hablar de la leña. En pleno siglo XXI, este autor contemporáneo le rinde homenaje a la naturaleza y, como él dice, a su “laborioso acto de amor”, con su texto El libro de la madera.
Leemos historias para vivir y revivir otros tiempos y lugares lejanos y desconocidos, o reconocibles y cercanos. Leer es un acto íntimo y a la vez, colectivo. A veces lo pasamos por alto, pero aun en las tareas más rutinarias, leemos porque queremos entender, porque no queremos dejar de buscar, porque deseamos encontrar el camino a casa o porque queremos conquistar otros países.
Al leer, ponemos otro ritmo a nuestras reflexiones y somos muchos personajes. También, leer nos seduce por la empatía hacia los héroes y heroínas, porque durante el tiempo que transcurre cada página, los lectores dejan de ser anónimos para convertirse en testigos de algo universal.
Mytting escogió hablar de leña y bosques en tiempos críticos de cambio climático. Nos deja una lección: revalorar el fuego, las cosas que hacen que una casa sea un hogar. Los mismos libros hacen más habitables y más hogareños los lugares que habitamos.
En los detalles se reencuentra el sentido que une a la humanidad, como lo expresa un poeta, también noruego, cuando escribe versos sobre el aroma de la leña para decirnos que, “aún hay en el mundo algo digno de confianza”.
Naturaleza y libros, ¿no es eso lo que hace a la humanidad digna de confianza? En tiempos de descubrimientos, aceleración y multitecnologías seguimos conviviendo con la fauna y la flora, seguimos siendo unas células sociales agrupadas en torno a la fogata. Necesitamos de herramientas sofisticadas, pero igualmente, del hacha para mantenernos calientes. Las ciudades masivas también pueden hacernos sentir a la intemperie, también pueden ser inhóspitas, como antaño lo fueron las tundras, las selvas, los bosques.
Asimismo, los libros pueden ser una metáfora de las hachas: nos acompañan para salir de la ignorancia, para encontrar las chispas de la sabiduría.