Desde hace un par de años se han registrado en Norteamérica algunos de los inviernos más crudos de las últimas décadas, además de que se han alargado considerablemente con temperaturas bajas raramente registradas hasta marzo. Las tormentas de nieve son peligrosas y la vida productiva de las zonas baja considerablemente, sin embargo, entre la madeja de atrocidades que conlleva un crudo invierno, también trae consigo regalos estéticos dignos de contemplación.
Uno de ellos es el congelamiento de algunas zonas de las Cataratas del Niágara, en ambos lados, por Estados Unidos y Canadá. Aunque por la gran cantidad de caída de agua es imposible que las cataratas se congelen en su totalidad, el conjunto entre pedazos congelados y agua corriendo son espectaculares.
Los segmentos congelados asemejan a grandes rocas glaciales que parecieran imponentes esculturas de mármol que sirven como marco para una fuente trasera de agua (caída). Asimismo, algunos de los espacios congelados son como una neblina cayendo de delicada manera.