Uno de los milagros de la naturaleza donde se refleja la perfección de las series matemáticas es el nautilo. Las proporciones de su caparazón siguen la proporción áurea y la secuencia de Fibonacci. La belleza de este ser ha hecho que se le cace y capture hasta el borde de su extinción.
Los pescadores los persiguieron por los mares de las Filipinas, Australia, Fiji y Samoa. Durante años fueron capaces de capturar centenares de ellos, pero hoy, después de todo un día de trabajo, encuentran sólo uno o dos. Lo peor es que en lugar de llevarse a los más pequeños (que probablemente no llegarán a la edad adulta), se llevan a los más grandes, que son los que tienen más oportunidad de reproducirse.
El mayor insulto es que se ha corrido el rumor de que los nautilos pueden producir perlas, así que, para cubrir la demanda, se han fabricado falsas “perlas de nautilo” con sus conchas.
Es impresionante que el nautilo, durante siglos, haya logrado escapar de tantas extinciones gracias a sus habilidades: puede sumergirse en el fondo del océano, retardar su metabolismo e hibernar alejado de todo el caos de la superficie.
Es impactante que la secuencia de Fibonacci (la serie donde cada número es la suma de los dos anteriores: 1, 2, 3, 5, 8, 13, 21, etc.) se presente en su estado más puro en figuras como la espiral de las galaxias, el centro de los girasoles, el remolino de los huracanes y la elipse de los nautilos.
Y también es impresionante que ―sin importar nada de esto― el hombre esté a punto de acabar con el nautilo.