Cuando se habla de Cadenas Globales de Valor –CGV– podemos imaginarnos términos elevados de economía, los cuales podrían tener poco que ver con nuestra cotidianidad; no obstante, en la realidad, es una definición que impacta tanto en nuestro consumo, economía y dinámica social en el día a día. Las CGV son, en otras palabras, una medida en el intercambio de mercancías en el que los productos se elaboran en varios países y a través de manos de trabajos locales; por lo que los productos dejan de estar “Hechos en” algún país y se convierten en “Hechos en el mundo”.
Este fenómeno, estudiado rigurosamente por la Organización Mundial de Comercial –OMC–, comienza en la concepción del producto –mediante la investigación y desarrollo–, la fabricación de los componentes, el ensamble o integración, y la distribución y comercialización, mediante cada una de las empresas transnacionales repartidas en todo el mundo. El resultado es la conformación de cadenas de producción internacionales, en donde nadie es dueño de uno sólo de los procesos y todos forman parte de ellos.
Son estas CGV las que ofrecen nuevas perspectivas de crecimiento, desarrollo y empleo; principalmente desde que los mercados internacionales estarán dependiendo de la capacidad de importar insumos de alta calidad y de proporcionar servicios objeto de comercio internacional. Sin embargo, ¿cómo se puede fomentar un crecimiento sólido, inclusivo y ecosustentable que brinde beneficios tanto para los productores como para los consumidores?
En México, por ejemplo, se ha buscado un camino para nuevos mercados que se logren incorporar en la competencia mundial; es decir que al invertir en la investigación y desarrollo, se planea desarrollar una cadena de valor que provea cuidados al medio ambiente así como un sistema productivo capaz de brindar empleos a personas locales con conocimientos en sus áreas. Esto requiere por tanto de proveedores y diseñadores que tengan la sabiduría de sus tierras para su mejor uso ecosustentable.
Se trata, de alguna manera, de una política de apoyo en que la red comercial de México se vuelva atractiva para el extranjero, tal como Europa, Asia, Sudamérica, entre otros; en que los técnicos, ingenieros, agricultores, granjeros o pescadores logren generen alternativas de desarrollo con medidas ecológicas; en que se ofrezca una ventaja de competitividad fuerte y en que los clusters, inviertan en sitios mexicanos gracias a su infraestructura y visión. Como por ejemplo, si el fuerte en ciudad Juárez y Tijuana es la fabricación de computadoras y dispositivos tanto de audio como de video, en Monterrey, electrodomésticos, lo ideal es invertir en investigaciones científicas que desarrollen procesos y compuestos que no impacten negativamente en la huella ecológica y, así, mejoren su efectividad como producto final.
Las CGV de México requieren desarrollar condiciones como productores de capacidad global, elementos indispensables en servicios logísticos de clase mundial y de estrategias para la producción; ya que esto lo podría posicionar favorablemente en la competencia del mercado mundial y gozar de una ventaja competitiva a favor de la biodiversidad –sin necesidad de amenazar los compuestos básicos del medio ambiente–.