Colores verdes intensos, fluorescentes, llenos de vida, provenientes de musgos, helechos y hongos construídos en la humedad que envuelve a este lugar. Mezclas de tonos cafés de la madera, los troncos, las ramas, deshechos que caen de la épica variedad de árboles existentes: fresnos, robles, tilos, olmos, alisos, etc Fotografías visuales casi existentes solo en los sueños, linces, alces con pronunciados cuernos, inmersos en el colorido entorno junto con corzos, jabalíes, ciervos. Esta es solo una breve degustación visual de Bialoweza.
Con una extensión de 1,800 km2, aquí se manifiesta el eco de lo que alguna vez fue el gran bosque de Lituania. Hoy el último gran bosque de Europa que se mantiene ajeno a la intervención humana, en cuya política de cuidado, un árbol muerto jamás será levantado por la vida que pueda seguir albergando.
Dividido por un muro, por cierto una de las pocas muestras del paso humano por estos lugares, entre Polonia y Bielorrusia se encuentra este paradisíaco y poco accesible bosque mixto, cuya riqueza visual y orgánica resulta ya casi inexistente en la actualidad europea –fenómeno que debemos a la aceleración urbana, la sobrepoblación y la terquedad humana, entre otras cosas–.
Bialoweza, uno de los últimos restos imperturbados del antiguo gran bosque de Litusnia, aloja árboles con más de 500 años de edad, cuya altura llega a superar los cincuenta metros. Tres ríos, que por muchos siglos sirvieron como guía para aquellos que querían atravesarlo, se dibujan aún en este territorio. El bisonte europeo es su símbolo, ya que esta especie eludió la extinción gracias a la protección de la que goza este eco boscoso.
Bialoweza es un parque exuberante, desbordado, que muestra el ritmo estético natural de lugares no tocados por el hombre, en donde el caos y el orden no tienen límites percibibles, pues aquí reina la perfección natural.