La selva amazónica ha perdido en las últimas dos décadas terrenos importantes para la supervivencia de sus ecosistemas, pero también de aquellos pueblos indígenas que la habitan y desean mantenerse a salvo de la era del progreso y el espíritu del ‘colonialismo’. Desde 1988 y hasta 2014, se perdieron cerca de 2.4 millones de hectáreas, mismas que sufrieron la deforestación incesante por la tala ilegal, la ganadería y la plantación de monocultivos. Las tierras que antes habitaban los Awa-guajá, una comunidad ancestral brasileña, ahora son territorio de explotación y han desplazado a la comunidad que no quiere ser contactada.
Pero la pérdida de su hábitat no es reciente, pese a que ahora la invasión es más evidente. Los Awa-guajá llevan más de un siglo huyendo de la tala y la destrucción de sus tierras. Esto los ha llevado hasta convertirse en una de las culturas más amenazadas de la Tierra y una de las dos últimas tribus nómadas de cazadores-recolectores que sobreviven en Brasil.
Ellos viven en completa armonía con el bosque, han logrado desarrollar una relación íntima con la naturaleza que les provee todo lo que necesitan para subsistir. Viven en una burbuja donde el capitalismo no existe, pero que lamentablemente está en peligro de estallar. Aunque en medio del constante acecho, también están aquellos que se preocupan por el bienestar de la tribu y ante la pérdida de sus tierras, la única salida parece ser contactarlos para trasladarlos hacia regiones más seguras.
Muerte lenta a la propia humanidad
No obstante, el escenario parece no estar del lado de la comunidad; las industrias madereras se niegan a abandonar sus tierras. Los Awa-guajá cuentan en la actualidad con un estimado de 360 miembros, muchos de los cuales se encuentran ‘aislados’. Es decir que no quieren ser contactados por los hombres del progreso y existen diversas razones para esto. Al entrar en contacto con personas desconocidas, se exponen a enfermedades y virus para los que no han desarrollado defensas. Una simple gripe podría resultar mortal para ellos. Pero principalmente está el hecho de que se han mantenido en constante batalla con sus invasores que sólo buscan destruir su hogar y con ello, acabar con su riqueza cultural.
La propia humanidad de los Awa-guajá está en riesgo, poco a poco su territorio perece, pero se lleva entre su riqueza, las grandes tradiciones de sus creencias. Para ellos el bosque no sólo es su hogar, bajo su cosmovisión, es el paraíso al que irán cuando crucen la línea de la vida hacia la muerte. Terminar con su cultura es sinónimo de darle muerte lenta a toda la humanidad.