En la cadena alimenticia de la Naturaleza, se le da nombre de ciclo de la vida al hecho de que especies consuman especies para su supervivencia brindando un equilibrio en cada ecosistema del planeta. Desgraciadamente, a esta práctica de la naturaleza asumirse en ocasiones violenta, agresiva o innevesaria. Sin embargo, ¿lo es?
Se dice que cuando una especie se extingue, impacta tanto en los depredadores, depredados y la geografía del ecosistema. Este hecho se evidenció cuando en el Parque Natural de Yellowstone, en EE.UU., se reintrodujeron una manada de locos después de casi 70 años de su desaparición en la zona. Como consecuencia, los lobos fueron capaces de desviar el cauce de los ríos. A este fenómeno se le nombró “Cascadas Tróficas generalizadas”, el cual se define como “el proceso ecológico que comienza en la parte más alta de la cadena alimenticia y va llegando hasta el final de la misma.”
Antes de ello, existía un gran número de ciervos y alces que, pese a los esfuerzos humanos para controlarlos, continuaba creciendo, provocando a su vez la reducción de la vegetación y la posibilidad del pastoreo que dificultaba la coexistencia de otras especies. En 1995 se reintrodujeron lobos en el Parque de Yellowstone, y poco a poco la región comenzó a adquirir nuevos cambios: al disminuir con gran parte de las manadas de ciervos, alces y coyotes, estas zonas comenzaron a regenerarse y los arbustos dieron más frutos en su proceso de expansión.
Es decir que en Yellowstone se volvió a poblar de arboledas que quintuplicaban su altura en los últimos seis años; las partes desnudas de los valles, se convirtieron en bosques de álamos y sauces, que dieron hogar a pájaros cantores y aves migratorias, a castores y otras especies. De hecho las presas que construían los castores, como los ingenieros del ecosistema, permitieron forjar nuevos hábitats para nutrias, ratas de río, patos, peces de río, anfibios y reptiles. Y dado que los lobos también redujeron el número de coyotes, aumentaron el de los conejos, ratones, y éstos a su vez el de águilas, comadrejas, zorros y mofetas.
La cadena alimenticia continuó en Yellowstone: los cuervos y águilas calvas solían bajar para alimentarse de la carroñña que los lobos dejaban; los osos se alimentaban de ella aumentando su población y permitiendo la regeneración de arbustos. Inclusive se observó que la población de los osos aumentó de 139 ejemplares en 1975 a 600 en 2007, lo cual fortaleció la teoría de que los lobos salvaron la extinción de esta especie.
Este ejemplo brindó una importante lección: la relación entre los depredadores y el equilibrio de un ecosistema es más complicada e interdependiente de lo que se creía. Pues de hecho con la reintroducción de los lobos, los ríos consolidaron su curso reduciendo su erosión, estableciendo el suelo y recuperando la vegetación en la ladera de los valles. Se podría decir que bastaba un depredador para que el ecosistema de una gigantesca área verde recuperara su fortaleza, vitalidad y vida.