Kurt Straif, exrepresentante de la Organización Mundial de la Salud (OMS), lanza un mensaje tajante a aquellos que no creen en el riesgo cancerígeno de las carnes procesadas y rojas, además de invitar a la sociedad a regresar a las raíces de una alimentación saludable.
La dependencia alimentaria del ser humano a la carne desprende muchos puntos a analizar: crueldad animal, problemas de salud, crisis ambiental, economía, etc. Tan sólo en México, el 23% del gasto trimestral equivale a la compra de carne. Evitar su consumo beneficiaría el ahorro de las familias mexicanas y tendría otros efectos favorables.
En este caso, la economía de esta industria no es el foco de alerta (aunque sí es un fuerte factor a considerar). Los problemas de salud que ocasiona el consumo de carnes procesadas y rojas en el organismo, más la constante lucha en contra de “otros intereses” que buscan sembrar confusión respecto de los hechos científicos, son el problema de hoy.
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La carne procesada es clasificada como agente cancerígeno
Straif, científico de la Agencia Internacional de Investigaciones sobre el Cáncer, institución perteneciente a la OMS, ha dedicado su carrera a la evaluación del potencial cancerígeno de algunos productos o sustancias.
Antes de continuar su labor en otros centros, Straif hizo pública una serie de monográficos que califican a la carne procesada como un carcinógeno para los seres humanos, específicamente la carne roja y el herbicida glifosato.
El propósito de la evaluación realizada por este reconocido científico no es enfrentarse con los productores de carne, sino brindar información sobre los productos que intoxican nuestro cuerpo para proponer nuevos paradigmas de la alimentación. Ser conscientes del daño para provocar el cambio hacia algo saludable.
De eso trata la exposición de estos datos y estudios: apostar por la exploración de un nuevo régimen alimentario y sus posibles enfoques en innovación, economía, salud, etc., así como encontrar una alternativa sostenible en todos los niveles de producción de alimentos.
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¿Qué es peligroso y qué no lo es?
Uno de los muchos trabajos realizados por Straif nos muestra una tabla que clasifica el potencial cancerígeno en alto, probable, posible o nulo. La lista de productos que son clasificados como cancerígenos para los seres humanos se compone de 107 agentes, entre ellos: las bebidas alcohólicas, el amianto en todas sus formas (yeso, cemento, plomo, etc.), el tabaco y la radiación solar —por mencionar algunos—.
A su vez, están los productos que posiblemente son agentes cancerígenos, como el café, el combustible diésel, los talcos higiénicos, los campos magnéticos de baja frecuencia, etc. Por otro lado, hasta ahora, sólo un agente ha sido reconocido como no cancerígeno: la caprolactama (sustancia altamente tóxica que se encuentra en el nailon).
Estas evidencias no incluyen aproximaciones sobre la cantidad mínima o máxima de consumo de carne procesada para evitar el cáncer, y la razón es muy simple: ni siquiera deberíamos considerar parte de nuestra alimentación un producto que es nocivo para el organismo.
Las empresas detrás de estos productos se encuentran en una lucha constante por mantener los componentes de los alimentos o sustancias lejos del entendimiento social, con el único propósito de seguir en el mercado.
Ante esto, científicos como Kurt Straif se oponen a cancelar sus investigaciones a pesar de la presión. Como el caso de Monsanto, la empresa que ha pagado millones por mantener una buena reputación mediática. Esta multinacional dedicada a la agricultura, intentó desacreditar la resolución en la que la Agencia Internacional de Investigaciones sobre el Cáncer clasifica al herbicida glifosato como uno de los probables agentes carcinógenos, provocando la respuesta de la agencia con un claro comunicado.
La evidencia como incentivo para mejorar la salud pública
Las guerras de intereses no tienen cabida en este tema. Los datos presentados por científicos como Straif son una oportunidad para dejar las excusas a un lado. Esta es una cuestión de salud pública que depende de nuestra elección. Recuperar nuestra educación y el legado de una alimentación saludable e insuperable en beneficios para la salud es la finalidad.
La gastronomía de nuestros países no sólo está basada en alimentos altamente beneficiosos sino que también resalta el placer de comer bien, equilibrado; de percibir las tradiciones y sabores a través de ella. Sólo así, recordando las raíces y los valores culinarios, entablando un nuevo diálogo con nuestra forma de comer, podremos desterrar la colonización alimentaria.