Además de los hermosos atributos de la cultura japonesa como su inminente solidaridad, su orden o el legado de su sublime tradición Zen, en los últimos años este país también ha sido conocido en el mundo por fenómenos no tan encomiables como su furtiva caza de ballenas que ha disfrazado con fines científicos.
Desde hace unos 40 años organizaciones como Greenpeace han estado señalando férreamente la caza de las ballenas como un acto cruel. Luego de años de esfuerzo, en 1986 se alcanzó internacionalmente una moratoria para la caza comercial del ballenas; sin embargo países como Noruega, Islandia o Japón han ignorado esta medida.
En 2014 una orden de la Corte Internacional de Justicia hizo que Japón renunciara a la caza de ballenas pues esta resolución consideró que su supuesto programa de caza con fines científicos en realidad respondía a intereses comerciales. Sin embargo las autoridades de este país a finales de 2014 presentaron a la Comisión Ballenera Internacional (CBI) un nuevo programa de caza de cetáceos con objetivos científicos.
En su nuevo plan se tiene previsto de aquí al 2025 un objetivo anual de pesca a 333 pequeños rorcuales, frente a los cerca de 900 que cazaba en su anterior programa.Tokio cree que ese nivel de capturas es “necesario” para sustraer información sobre la edad de la población ballenera y fijar un límite para la pesca, que no ponga en peligro la supervivencia de la especie.
El anterior argumento, por supuesto, no satisface a los defensores de animales de todo el mundo.
Este jueves Japón iniciará este nuevo programa con “fines científicos” en el Pacífico Norte. Aunque muchas personas se sienten decepcionadas (con razón) por estas acciones; es también cierto que desde 1986 ha ido disminuyendo cada vez más el asesinato de ballenas.
¿Qué puedes hacer?
Tanto la veda de cacería que hizo la Corte Internacional de Justicia, como la moratoria alcanzada en 1986 por la Comisión Ballenera Internacional (CBI), fueron alcanzados por una fuerte presión de las organizaciones y de la sociedad.
Puedes unirte a campañas como la de Greenpeace aquí, quien lleva años en lucha por esta causa, o a la de organizaciones como Whales and Dolphins. Se trata de uno de los ejemplos en los que la presión de la sociedad ha sido crucial para que el tema se haya vuelto un problema para países como Noruega, Japón o Islandia.