Lejos de los rascacielos de Hong Kong, los visitantes pueden encontrar un lugar único y lleno de silencio. En una de las islas chinas se encuentra la pequeña comunidad de Yim Tin Tsai, una zona abandonada que tiene una historia muy peculiar.
Justo en el extremo noreste de Hong Kong encontramos una pequeña isla. Distinta a un pueblo rural, la isla de Yim Tin Tsai fue originalmente poblada por la familia Chan. Esta familia era conocida en la provincia de Guangdong por cultivar sal.
Con el paso de tiempo, los descendientes de la familia Chan fueron abandonando la isla para mudarse a sitios más urbanos y conectados con el alma del gigante asiático, hasta que la zona quedó completamente desierta, la naturaleza tomó posesión de las casas y ahora luce como un verdadero sitio espeluznante.
Senderos solos, casas con techos destruidos o hundidos, estatuas mirando tu paso por las calles, ventanas vacías; un sinfín de pertenencias que ahora son parte de un legado cultural yacen solitarias en esta isla.
El templo sagrado de Yim Tin Tsai
A pesar del tiempo, la construcción mejor conservada de la isla es la Catedral de San José. Este templo, que tiene un altar de color rojo y blanco, cuenta la historia de un sacerdote misionero austríaco que llegó a Hong Kong en 1879 para después construir la capilla católica en los jardines de la isla.
El misionero Josef Freinademetz, quien después sería canonizado por el papa Juan Pablo II, estableció uno de los templos católicos más importantes de toda China. Después de su muerte, la Iglesia católica y la ciudad de Hong Kong declararon a esta catedral como un sitio de valor histórico.
En estos días, la isla permanece como un santuario que reúne distintas historias del mundo. Tanto el legado de la familia Chan como productores de sal como la religión católica que se imprimió en casi todo el mundo, permanecen unidos a pesar del tiempo.
Yim Tin Tsai es un lugar que mezcla la historia con el arte. Sin duda, es un sitio multicultural, lleno de magia y de algunas misteriosas energías.