Poeta de la tecnología: arquitecto, inventor, futurista y definitivamente humanista, aunque se autodenominaba sencillamente como un “comprensivista”. ¿Quién era este hombre, más allá de un ser cósmico y excéntrico?
Buckminster Fuller nació en Nueva Inglaterra en 1895. Tenía la cualidad infantil de dejarse asombrar por cualquier cosa y la capacidad de ver los potenciales humanos en toda creación, lo que a la postre lo convirtió en un profeta del mundo por venir.
Yo sé que no soy una categoría. No soy una cosa (un noumeno). Parece ser que soy un verbo, un proceso evolutivo. Una función integral del universo.
Fuller fue un soñador pragmático: pensaba que el hombre conocía mucho y hacía muy poco. Esta visión lo hizo un inventor a veces fallido y otras, brillante y acertado. De los artefactos que produjo, muchos fracasaron, entre ellos casas y automóviles, como el Dymaxion (una conjunción de dinámico, máximo y tensión). Pero todos estos inventos tenían en común la idea de la sustentabilidad y la autosuficiencia, algo en lo que pocas mentes estaban pensando en los años 30 del siglo pasado.
La suerte de los artefactos de Bucky cambiaría en 1917, cuando estuvo en la Marina. Ahí inventó una manivela para botes de rescate con la que se podían sacar aviones estrellados en el mar, con la suficiente celeridad para salvar la vida de los pilotos. En Virginia, Fuller fue testigo de cómo este invento salvó la vida de una persona, en lo que describió como uno de los momentos más felices de su vida. El mismo aparato salvaría, más adelante, miles de vidas más.
Además, inventó su propia geometría
La nombró “geometría sinergética”. Con ella buscaba comprender la transformación de los sistemas pues, inteligentemente, Fuller relacionaba todo con el cosmos, estudiando tanto los procesos microscópicos como los macrocósmicos. En sus palabras, la geometría sinergética investigaba:
la estructura lógica de las estrategias matemáticas de la naturaleza.
La unidad de medida de esta geometría era de excéntricos ángulos de 60 grados, o triángulos equiláteros, los mismos que usaba en uno de sus inventos más queridos: el domo geodésico. Como otros de sus inventos, el domo geodésico no fue infalible en un principio. Pero Buckminster Fuller quería hacer aportes a la humanidad y al universo, y pensaba que:
el todo siempre es más que la suma de sus partes.
Esta peculiar estructura superó la prueba del tiempo. Actualmente existen 300 mil domos geodésicos alrededor del mundo, pues su utilidad es indiscutible. Ello se constata en proyectos que han tenido resultados valiosísimos, como el de un jardín en Colorado, Estados Unidos, que pese a las inclemencias del clima logró mantener una producción óptima de alimentos dentro de un domo geodésico.
Una casa artesanal en Noruega, recubierta por un domo geodésico que ayuda a mantener una temperatura cálida
Otras ventajas del domo fueron: su ligereza, por estar hecho de materiales como fibra de vidrio, aluminio, plástico y hasta bambú; su capacidad térmica, por su peculiar diseño de triángulos; e incluso, la rapidez con la que casi cualquiera puede construirlo. Al respecto se cuenta que, en una ocasión, la compañía de Fuller tenía comisionado construir un auditorio geodésico en Hawái, para lo cual se presentó el inversor a ver los avances de la obra. Pero ésta ya estaba terminada para cuando llegó, y un concierto se celebró esa misma noche.
Bucky tiene incluso su propia molécula
Hace 25 años se encontró una molécula alotrópica de carbono cuyos átomos están repartidos en una esfera con hexágonos y pentágonos muy parecida al domo geodésico, por lo cual, en honor a Bucky, fue nombrada buckminsterfullereno o fullereno. Recientemente, la NASA aseguró que encontró esta molécula en el espacio.
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Buckminster Fuller, inspiración perenne
Los problemas globales que Bucky buscó solucionar lo hicieron incursionar en temas de vivienda, refugio, transporte, educación, energía, destrucción ecológica y pobreza. Todo lo que este poeta produjo estuvo siempre orientado a pensar mejores formas colectivas de habitar el cosmos, algo que sigue inspirando a millones.
Buckminster Fuller nos dejó una importante lección, y es que cualquier ciencia debe incitarnos a soñar, y todo conocimiento debe ser procreativo y universal.
Ecoosfera te invita a visitar la página del Instituto Buckminster Fuller, creada hace 30 años para atesorar la tradición de pensamiento que inauguró Bucky, y a inspirar a diseñadores, arquitectos y científicos a retomar sus valiosas enseñanzas y su apasionada ciencia humanista.
*Referencias: Hacia un mundo equilibrado (guiados por Bucky Fuller) y Matemáticas en los domos geodésicos