La gratitud puede cultivarse (y es mejor si se siembra desde la infancia)

La gratitud puede cultivarse (y es mejor si se siembra desde la infancia)

La gratitud nos hace encontrar valor en el acto de reflexionar sobre lo mucho que tenemos, y evita que sintamos el vacío del consumo permanente (que nos hace buenos consumidores).

Las redes sociales y el panorama digital en el que ocurre gran parte de la vida de los más jóvenes a menudo los deja sintiendo una sensación de vacío, como si el resto del mundo fuera feliz excepto ellos, o enciende necesidades materiales que los vuelven consumidores irreflexivos, y a la larga, infelices. La depresión y la ansiedad, así como múltiples problemas de imagen corporal, también se han ligado al uso obsesivo de redes sociales.

Incluso Facebook ha reconocido que pasar demasiado tiempo en Facebook puede ser nocivo.

Y es que la trampa del consumo consiste en hacernos excavar un pozo sin fondo en nuestro interior: desde niños aprendemos a desear objetos o bienes materiales, los cuales pierden su interés al poco tiempo de ser obtenidos. Esto se vuelve un ciclo a lo largo de la vida, en donde nos “premiamos” con el nuevo gadget de moda, con una compra costosa o un viaje, luego de lo cual sentimos que alguien en Instagram tiene un gadget más nuevo, hizo una compra más afortunada o viajó a un lugar al que ahora queremos ir.

 

La riqueza de desear menos

La gratitud puede cultivarse (y es mejor si se siembra desde la infancia)

La profesora de marketing Lan Nguyen Chaplin realizó un experimento para probar diversas estrategias para analizar el consumismo en adolescentes (de 11 a 17 años), frente a la hipótesis de que el materialismo extremo puede tener un vínculo con una alta ansiedad y tendencia a la depresión, así como con el comportamiento adictivo y comportamientos egoístas en la vida adulta.

La profesora Nguyen encontró una relación directa entre los bajos niveles de gratitud y un alto deseo de objetos materiales; inversamente, quienes expresaron mayores niveles de gratitud por lo que tenían en sus vidas mostraron menores niveles de deseos materiales, y menos apego a éstos.

El estudio consistió en responder un cuestionario sobre qué tan agradecidos estaban los 870 participantes, y cuál era su relación con el apego a las personas y las posesiones materiales. Posteriormente, los participantes se dividieron en dos grupos. Uno de ellos llevó un “diario de gratitud”, mientras el otro grupo llevó un diario de actividades diarias (grupo de control).

 

La gratitud en la práctica

La gratitud puede cultivarse (y es mejor si se siembra desde la infancia)

Luego de 2 semanas con esta práctica, los investigadores analizaron los diarios y los evaluaron de acuerdo a los resultados del primer experimento. Cada participante recibió diez billetes de 1 dólar, y se les advirtió que podían conservar el dinero o donarlo a una asociación de caridad de manera anónima, utilizando un sobre que se le entregó a cada uno. Después, el investigador inventaba una excusa para salir de la habitación, y de este modo los participantes tenían la opción de echar el sobre con la donación en una caja (de manera anónima) o conservar el dinero, sin que aparentemente los investigadores pudieran vigilar su decisión.

Los resultados fueron consistentes con el primer experimento: los adolescentes de los grupos que llevaron un diario de gratitud donaron hasta un 60% más que el grupo de control, lo que sugiere una relación directa entre la práctica de la gratitud y el desapego material.

 

¿Cómo fomentar la gratitud?

La gratitud puede cultivarse (y es mejor si se siembra desde la infancia)

Los científicos concluyeron que la gratitud es un rasgo del comportamiento de las personas que tiene múltiples beneficios en la vida, pues infunde sentimientos de vinculación a la comunidad y de conexión con uno mismo. Pero los beneficios de la gratitud no aparecen de la nada. Los investigadores sugieren que el diario de gratitud es solamente un ejercicio, de entre muchos, para fomentar la gratitud.

En las familias religiosas, agradecer antes de la comida, el ejercicio de la plegaria o la asistencia a servicios religiosos pueden tener un papel similar. Para quienes no siguen formas de religión organizada, la gratitud puede hacerse llevando el mencionado diario de gratitud y enseñando a los niños a hacer listas o pósters donde reconozcan las cosas por las que están agradecidos (“counting blessings”, algo así como “llevar la cuenta de las bendiciones”), así como fomentando el trabajo voluntario en asociaciones caritativas.

La gratitud es tan mágica que incluso puede cultivarse en contra del conocido refrán: esta niña crió cuervos y ellos le llevaron pequeños tesoros durante años.

Por último, los adultos pueden fomentar el agradecimiento en sus hijos si a su vez los involucran en actividades filantrópicas o desinteresadas. De esta forma, la vinculación con los demás y el desarrollo de la empatía no están directamente relacionados con las recompensas de un nuevo teléfono inteligente o un juguete.

Aprender a sentirnos agradecidos por el simple hecho de estar vivos puede ser una poderosa práctica espiritual, independientemente de nuestras creencias religiosas, que nos conecta al presente y que, según otros estudios, puede hacernos más proactivos para alcanzar nuestras metas, incluso en el corto plazo.

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