Algunos activistas como Daniel Gershenson han estado desde hace años denunciando el que las inmobiliarias y las constructoras se han convertido en los grandes beneficiados de los ecocidios en muchas zonas de la ciudad de México.
Ahora, un nuevo mega proyecto de infraestructura urbana ha despertado el descontento de muchas personas en la zona de Mixcoac de esta ciudad. Su organización ha permitido esta vez que el gobierno haya parado, al menos por ahora, la tala de árboles, luego de que a inicios de marzo comenzara a deshacerse al menos 100 árboles de un total de 855. Al día siguiente los vecinos bloquearon algunas vialidades y lograron llamar la atención de los medios de comunicación y de las autoridades.
Unas semanas después, en una alegoría a la devastación que se causa al talar árboles en una ciudad sin un manejo integral ambiental, ciudadanos han acoplado cruces donde vivían estos árboles aludiendo a una muerte que debe recordarse, sentirse e impedirse.
Se trata de una mini instalación de activismo, que si bien podría pasar desapercibida para muchos, posee una fuerte carga simbólica, pues la pérdida de la naturaleza es una cadena lúgubre de las que no estamos excluidos.
Voltear a ver la pérdida de un árbol como una muerte real, simbolizada así como representamos la muerte de un humano, inyecta un sentido de la trascendencia que alberga la muerte de un árbol, más aún en una sociedad urbanizada.