Comparto estas ideas de los mosiro, una pequeña comunidad masái ubicada en Kenia, dentro del Gran Valle del Rift, falla geológica que corre por el continente africano desde Yibuti hasta Mozambique. La localidad se encuentra en un lugar desértico donde habitan alrededor de 300 familias que viven en sus manyattas. Ahí se tejen los secretos de cada uno de sus clanes. Justo hoy, primero de octubre, me tocó despertar en esta tierra para celebrar una vuelta más al sol… donde sus rayos pegaron 8 horas más tarde de cómo lo hubieran hecho en Oaxaca.
Un cumpleaños sin tiempo, me refiero a aquel que de cierta manera ha sido impuesto por determinado tipo de vida y que se mide de acuerdo con los años, meses, días, horas, minutos y segundos. Aquel tiempo que muchos lo interpretan en términos de un recurso económico que tienes que hacer rendir sin tomar en cuenta que también se trata de tomarlo en términos de vivir una cotidianidad basada en necesidades básicas que nos humanizan y nos hacen valorar la vida en otro sentido.
Aquí se vive con otro tiempo, mientras la cultura Masái se respeta y se reconoce entre los más de 40 grupos indígenas que habitan el país y los más de 3,000 a lo largo de este gran continente.
Aquí se vive con otro tiempo, donde la mayoría de las mujeres y hombres masái no saben en qué día nacieron, ni cuántos años tienen, sin importar y sin preguntar.
Aquí se vive con otro tiempo, mientras las mujeres construyen sus manyattas, donde al entrar parece que se sumergen nuevamente en el vientre de sus madres.
Aquí se vive con otro tiempo, mientras los hombres se visten con sus shukas (mantas) de colores vivos y sus palos para defenderse a lo largo de caminos de tierra y grandes árboles.
Aquí se vive con otro tiempo, mientras las niñas cargan garrafones de agua a lo largo de grandes trayectos mientras van dejando sus huellas profundas, debido al peso que llevan sobre sus cuerpos.
Aquí se vive con otro tiempo, mientras l@s viejos miran a las personas que se les acercan a saludarlos con la cabeza inclinada, como símbolo de respeto y mientras los ancianos tocan sus cabezas para transmitir parte de su historia.
Aquí se vive con otro tiempo, mientras los niños cuidan a las vacas y las cabras como un bien fundamental de la vida comunitaria que les permite realizar ceremonias y complementar su alimentación.
Aquí se vive con otro tiempo, mientras las cebras, avestruces, elefantes, jirafas, gacelas, hienas y changos circulan por la comunidad porque también son parte ella y se les respeta como tal.
Aquí se vive con otro tiempo, mientras los remolinos de polvo transitan por la tierra formando grandes estructuras que parecen pilares que sostienen el cielo mientras se espera la lluvia.
Aquí se vive con otro tiempo, mientras existe un choque cultural entre lo propio y lo que viene de fuera, que muchas veces mantiene una visión colonial que pretende “civilizar” su forma de vida.
Aquí se vive con otro tiempo, al igual que otros pueblos indígenas del mundo, como los raramuri que habitan las barrancas de la Sierra Tarahumara o los ayuuk que comparten el espacio con las nubes que rodean el Zempoalteptl en la Sierra Mixe.
Aquí se vive, simplemente se vive con otro tiempo que no te hace sentir que la vida se te va… sino que transcurre y te hace más humano en relación con lo que te rodea…