El comercio justo es por mucho uno de los mecanismos económicos más justos que existen en la actualidad y que busca nivelar las consecuencias adversas (en varios aspectos) que el sistema económico actual implica en su funcionamiento cotidiano.
Por fortuna, además, este procedimiento cada vez va tomando más fuerza en todo el mundo, al grado de que tan solo en Estados Unidos —el país más consumista del orbe— las ventas en comercio justo de café, chocolate y especias se han incrementado en un 75% de acuerdo a estimaciones realizadas por la Organización de Comercio Justo de Estados Unidos que en los últimos años ha certificado dicha forma de comercialización.
Sin duda en este éxito súbito de dichos productos tiene mucho que ver la etiqueta “Fair Trade” que dicha organización estampa en las mercancías de las empresas que aseguran cumplir con los requisitos necesarios, lo cual despierta en el consumidor una idea positiva al respecto de lo que está comprando.
Pero, por supuesto, esto no se trata solo del buen nombre de una marca, sino de una repartición equitativa de las ganancias generadas, en especial para los obreros y campesinos que se encargan de las primeras fases de la producción. Paralelamente existen fundaciones que reinvierten su provecho económico en programas ambientales, educativos, de equidad de género y otros.
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