La escritora y activista estadounidense Susan Sontag fue una de las voces más lúcidas de su generación. En el 2009 se publicaron sus diarios y cuadernos en el libro Reborn: Journals and Notebooks, 1947-1963. En ellos podemos descubrir el riguroso proceso que la llevó a madurar su pensamiento crítico, a veces implacable.
Una de las primeras entradas de su diario publicado, de 1947, cuando tenía 14 años, enlista sus creencias en temas religiosos, filosóficos y políticos. 10 años después, Sontag vuelve a hacer el mismo ejercicio. Es notable la capacidad racional y la solidez intelectual que tenía ya a los 14 años:
La Sontag de 1957, a los 24 años, revisita su credo, con una madurez menos absoluta y más poética:
¿En qué es lo que creo? En la vida privada. En sostener la cultura. En la música, en Shakespeare, en viejos edificios. ¿Qué es lo que disfruto? La música. Estar enamorada. Los niños. Dormir. Mozart. La carne. Mis fallos. Nunca a tiempo. Mentir, hablar demasiado. Desidia. Sin voluntad para rechazar.
Lo cual se lee como un desordenado poema de vanguardia, en el que Sontag acepta sus defectos y afirma sus pasiones. Como es el caso con otros artistas, la duda existencial, la falta de creencias absolutas es aquí atemperada por un refugio en el arte, que es también un poder.