El reloj del apocalipsis es un reloj simbólico que marca el inminente peligro de un cataclismo que nos lleve a la destrucción planetaria. Actualmente está a 100 segundos de marcar la media noche, que representa el inicio del cataclismo. El grupo de científicos detrás del reloj apuntala a la ineficacia de los gobiernos para manejar la pandemia. Además de la escasa preparación para enfrentar un desastre nuclear y la crisis ambiental.
El dispositivo simbólico fue creado en 1947 por la ONG “Boletín de los Científicos Atómicos”, como una advertencia sobre un cataclismo nuclear. En 2020, las manecillas avanzaron 20 segundos, indicando la hora más cercana de la media noche desde su creación.
“La mortal y aterradora pandemia de COVID-19 sirve como una llamada de atención histórica, un claro ejemplo de que los gobiernos nacionales y las organizaciones internacionales están mal preparados para hacer frente a las amenazas de las armas nucleares y el cambio climático que realmente podrían acabar con la civilización”, explicó Rachel Bronson, directora de la organización.
Anualmente, la hora se estipula por un grupo de 13 científicos ganadores del premio Nobel que determinan la cercanía entre la humanidad y las amenazas que la acechan.
El reloj se mantiene en 100 segundos: ¿qué estamos haciendo mal?
Uno de los factores por las que el reloj del fin del mundo no ha descendido la hora cercana al cataclismo es el empecinamiento por la creación de armas nucleares. Especialmente de naciones como Estados Unidos y Rusia, potencias nucleares que continúan en la carrera por este tipo de armas.
El cambio climático es otra de las razones que nos acerca cada día más al inicio del cataclismo. Los esfuerzos por descender las emisiones de carbono, parecen estar presentes sólo en el papel.
La ONU declaró que en su agenda para 2030, la neutralización de emisiones es la prioridad máxima. No obstante, países como China o Estados Unidos poco han apostado hacia la producción de energías renovables. Por el contrario, parecen tirar hacia soluciones poco apegadas a la realidad o que desvían la atención del foco central. Tan sólo hay que recordar que magnates como Elon Musk y Bill Gates, financian tecnologías de captura de carbono y atenuación solar.
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Mantenernos críticos ante este tipo de situaciones es por mucho lo mejor que podemos hacer. Apoyar asociaciones ambientalistas sin fines de lucro, exigir políticas sustentables y generar, fomentar o mantenernos informados sobre espacios de diálogo, forman parte de las acciones que como ciudadanos podemos aportar.
Además, basta de polarizar y sólo culpar a las grandes industrias por la contaminación, es hora de enfrentar nuestras propias responsabilidades, siempre manteniéndonos informados sobre qué sí y qué no consumir.