A pesar de los extraordinarios avances de la ciencia actual, existen problemas que todavía no sabemos cómo abordar. La conciencia es uno de ellos. Y es que la conciencia ha sido, a lo largo de la historia humana, un problema filosófico, literario e incluso religioso. Pero cuando se abordan las bases biológicas o neuronales de lo que nos hace percibir el mundo, la respuesta suele ser elusiva.
El neurólogo Anil Seth tiene una extraordinaria ambición: producir una “teoría unificada de la percepción. El tiempo, la visión, la escucha… queremos explicar eso”.
Seth es el director del Centro Sackler de las Ciencias de la Conciencia de la Universidad de Sussex, donde un equipo multidisciplinario de físicos, filósofos, científicos de computación y artistas aplican diferentes metodologías para identificar los mecanismos que componen la conciencia tal como la conocemos.
Y lo que conocemos hasta ahora sobre la conciencia es precario y fragmentario: cada cultura, cada religión y rama de la ciencia tienen su propia aproximación al respecto. Es por eso que Seth ha propuesto que la realidad, al menos la que tiene que ver con la conciencia, no es muy distinta a una alucinación colectiva.
Alucinar la realidad
Alucinación es, también, una palabra para designar algo que no entendemos del todo, como la conciencia.
En las alucinaciones la gente cree ver, escuchar o percibir objetos o sensaciones que nadie más puede notar. Pero la realidad, al menos la realidad de la conciencia humana, se comporta como un fenómeno alucinatorio que nos es común y compartido a lo largo de la historia.
Por ejemplo, cuando vemos una aurora boreal, sabemos que no estamos alucinando porque hay otros que también pueden verla (de ahí la importancia del método científico, de medir y describir los fenómenos del mundo); pero si nos encontramos con una criatura voladora con tentáculos que escupe fuego… bueno, a menos de que alguien más la vea, se trata de una alucinación.
[related]En otras palabras, no sabemos cómo funciona o de qué está hecha la realidad, pero nuestra conciencia la percibe de una determinada manera que nos es común a todos los miembros de la especie. Y por más sofisticadas que sean nuestras máquinas, nuestro entendimiento colectivo del mundo depende de las palabras que utilizamos para comunicarnos entre nosotros.
Para Seth, la percepción es una combinación de “impulsos eléctricos y predicción”. Cuando la información de nuestro alrededor entra por los sentidos, el cerebro la procesa según lo que sabe, lo que recuerda o lo que puede deducir en ese momento. Así, cuando observas un perrito no piensas “Oh, qué extraño ser peludo de larga lengua y ojos felices”, sino que tu cerebro contrasta la imagen del perrito con la información almacenada en tu memoria, y entonces, voilá: sabes que es un perrito.
Nombrar lo que nadie ha visto pero todos sentimos
El concepto de “alma”, por ejemplo, ha servido a numerosas filosofías de la conciencia para explicar los fenómenos de percepción y de emoción en los seres humanos. El alma, según las religiones, es inmortal, pero no de la misma forma: para los cristianos, el alma individual es parte de un complejo más amplio, que incluye a toda la Creación; no obstante, para los budistas el alma individual es skandha, o las condiciones de existencia, además de que puede reencarnar mientras siga en la rueda del samsara.
“El concepto de alma, en las religiones occidentales, es como si fuera un pequeño yo hecho de algo que brinca de cuerpo en cuerpo. En las tradiciones orientales, es un poco más sofisticado”, afirma Seth.
Aunque difíciles de probar mediante el método científico, la teología y las religiones son la base conceptual de muchas de las ideas que tenemos sobre la conciencia. En el Centro Sackler se realizan experimentos de modelos computacionales para probar o refutar a Descartes (el sujeto que afirmó aquello de “Pienso, luego existo”), acerca de si los animales son distintos a los humanos en cuanto a su autopercepción.
“Tuvimos que enseñarle algo de neuociencias a los filósofos profesionales, y los científicos como yo tuvimos que familiarizarnos con la filosofía”, afirma Seth.
Y es que, ¿cómo podemos entender qué es la realidad si no comprendemos primero cómo percibimos la realidad? ¿Y qué es la percepción, sino nuestra manera de comunicar las realidades más inmediatas?
De Aristóteles a David Hume y a Humberto Maturana, las teorías de la percepción parten de los sentidos: no tenemos solamente la vista, el oído, el gusto, el tacto y el olfato, sino también un sentido de ubicación espacial, una memoria, un sentido del paso del tiempo y muchos más, que apenas comenzamos a comprender. Es por eso que sensibilizar la inteligencia científica, así como poner a prueba las bases conceptuales de la filosofía, abre inusitados y excitantes panoramas al conocimiento de nosotros mismos.
* Collage principal: øjeRum