Viajar al espacio siempre ha sido uno de los sueños más grandes de la humanidad. Sin embargo, visitar la inmensa oscuridad y admirar la Tierra desde la lejanía requiere de ardua preparación. Fuera del hábitat natural de la raza humana, cualquier cosa puede suceder, por ello las y los astronautas se preparan durante meses con el fin de saber enfrentar cualquier inconveniente que se les presente en su viaje. Aunque pocos han experimentado severas emergencias, el astronauta Luca Parmitano cuenta el relato donde casi se ahoga en el espacio dentro de su traje.

Luca Parmitano realizando una EVA/ESA
En julio de 2013 Luca Parmitano, un astronauta italiano de la ESA se preparaba para realizar una caminata espacial para darle mantenimiento a la Estación Espacial Internacional. Iba acompañado de Chris Cassidy y aunque se dirigían casi a la misma zona de la EEI, debían separarse para cumplir su misión que si bien no era del todo compleja, con los pesados trajes presurizados, se complicaba en gran manera.

Chris Cassidy/NASA
Una falla inesperada en el traje
Todo parecía ir normal y el par de astronautas se colocaron en la esclusa de aire. Esta es una especie de habitación que mantiene hermético el interior de la nave, consta de dos puertas que se sellan una detrás de la otra para mantener la presurización del interior. Cuando ambos salieron de la esclusa de aire, todo parecía ir normal, se separaron para dirigirse a sus puntos de trabajo. Luca debió colocarse entre tres módulos diferentes, con un gran trabajo y mucha paciencia para enchufar un cable. Pero en uno de sus movimientos, se percató de una sensación húmeda en su nuca y estaba casi seguro de que no era sudor. Avisó a su equipo por radio y recibió la instrucción de regresar de inmediato, saltándose todos los protocolos de seguridad.
Al principio, Parmitano pensó que se trataría de agua potable que se ha filtrado a través de la pajita que llevan al interior del traje para mantenerse hidratados. No obstante, conforme transcurrió el tiempo, el astronauta se percató de que el nivel del agua iba aumentando lentamente. El propio Luca escribió al respecto:
“A medida que retrocedo por mi ruta hacia la esclusa de aire, me siento cada vez más seguro de que el agua está aumentando. La siento cubriendo la esponja de mis auriculares y me pregunto si perderé el contacto de audio”.

Luca en medio de los módulos de la EEI
Pero la situación avanzó tan rápido que el agua comenzó a cubrir casi por completo la parte superior de su casco (no hay gravedad, ¿recuerdas?). Las gotas de agua se aglutinaban justo enfrente de su rostro y se pegaban al visor de su casco. Y en un momento en donde giró el cuerpo para seguir el cable de seguridad que lo sujetaba, en ese preciso momento el sol se puso, obstruyéndole la visibilidad casi por completo para regresar a resguardarse. Además, sus auriculares dejaron de funcionar y dejó de escuchar a su equipo.
Desorientado, con el agua cubriendo su nariz y caminando a tientas hacia la manija de la esclusa de aire, pensó en una posible salida a aquel desesperado momento. El astronauta que casi se ahoga pensó entonces:
“La única idea que se me ocurre es abrir la válvula de seguridad de mi oreja izquierda: si creo una despresurización controlada, debería lograr dejar salir un poco de agua, al menos hasta que se congele por sublimación, lo que detendría el flujo. Pero hacer un ‘agujero’ en mi traje espacial sería realmente el último recurso”.
El largo camino hasta la esclusa de aire
Pero eso no fue necesario, ya que se las arregló para volver a la esclusa de aire con el agua cubriéndole casi todo el rostro. Ni siquiera podía estar seguro de que la próxima vez que respirara llenaría sus pulmones de aire. Pero ya dentro de la habitación, sintió las vibraciones de Cassidy entrando en la esclusa de aire y cerrando la puerta. No obstante, la experiencia todavía no había terminado.
Antes de poder regresar a salvo a la nave, la dupla de astronautas debía esperar a que la presurización llegara hasta los niveles adecuados para abrir la siguiente puerta. Completamente aislado, sin visibilización y sin poder escuchar absolutamente algo, Luca intentó moverse lo menos posible para evitar que el agua se moviera. Y pensó en su última opción en caso de no poder respirar más:
“Ahora que estamos represurizando sé que, si el agua me abruma puedo abrir el casco. Probablemente perderé el conocimiento, pero en cualquier caso sería mejor que ahogarme dentro del casco”.
En ese momento, sintió la mano de Cassidy apretando su guante para tranquilizarlo. Y él respondió con la señal universal de ‘ok’; otro apretón de vuelta. Finalmente, la represurización terminó. Parmitano pudo quitarse el casco, la puerta del interior se abrió y sus colegas le sacaron lo más rápido que pudieron de la situación. Más tarde, ese año, el astronauta compartió su experiencia y culminó su escrito con una importante reflexión:
“El espacio es una frontera dura e inhóspita y somos exploradores, no colonizadores. Las habilidades de nuestros ingenieros y la tecnología que nos rodea hacen que las cosas parezcan simples cuando no lo son, y tal vez lo olvidemos a veces. Mejor no olvidar”.