Quienes trabajan asistiendo a otras personas, ya sea en organizaciones sociales, ONGs, hospitales o aulas, son propensos a desarrollar este trastorno. Afrontar crisis nacionales o internacionales puede llevar a los trabajadores humanitarios a padecer sus propias crisis. Eso es la fatiga por compasión: un trastorno con el que miles de estos trabajadores lidian día con día.
Conceptualizado por primera vez en 1992 por el doctor Charles R. Figley, el trastorno de fatiga por compasión ha puesto de manifiesto una condición de la que poco se habla, pero que repercute seriamente en la vida de aquellos que más nos ayudan.
No es un problema reciente…
El sitio Help and Human Rights define la situación de estos trabajadores de la siguiente manera:
Quienes ayudan en zonas de desastre y catástrofe están intentando resolver problemas que son, a menudo, sobrecogedores. Ellos también son sólo seres humanos […] que tienen que lidiar con horribles historias e impresiones [y] en ocasiones desarrollan severos problemas psicológicos.
Según la Fundación Antares, 30% de los trabajadores podría estar sufriendo de estrés postraumático, una condición difusa y difícil de tratar que algunos estudiosos recomiendan enfrentar mediante remedios naturales y técnicas de relajación como el yoga y los pilates.
Figley y otros colegas trabajaron en una terapia apropiada para este problema, tomando en cuenta que el tipo de estrés postraumático que desarrolla el paciente es el de una empatía tal que los problemas ajenos le generan traumas y condiciones propias de quien experimentó realmente el problema.
Ayudando a quienes ayudan
Desde entonces, el doctor Figley ha públicado libros y artículos al respecto, los cuales se han complementado con la práctica con que en años recientes se ha intentado paliar este problema y ayudar a quienes ayudan. Por ejemplo, se han elaborado pequeñas guías para que los trabajadores humanitarios puedan afrontar los momentos poscatástrofe y se pueda, así, prevenir que la empatía devenga en fatiga por compasión.
También se han puesto en marcha terapias que se ayudan de la práctica mindfulness, como la Hitendra Solanki, asesor de meditación y bienestar de la ONG Acción contra el Hambre. Este asesor da talleres en países asolados por emergencias continúas debido a desastres naturales, como Tailandia, Filipinas y Pakistán.
Solanki imparte estos talleres bajo la idea de tratar estas condiciones postraumáticas de los trabajadores humanitarios de la misma manera en que se trata cualquier otro problema. Por eso, en una entrevista para El País dijo:
Si te dicen que un 79% de una comunidad padece malnutrición, se enviaría allí de manera inmediata ayuda alimentaria y soporte médico. Hacer lo mismo con la salud mental es lo obvio.
A muchos nos pasa inadvertido que aquellos que nos ayudan podrían estar comprometiendo su propia salud física y mental en el proceso. Resulta un gran alivio saber que se está haciendo algo por ellos también, en un circuito de solidaridad y compasión ininterrumpido.
* Imágenes: Lusmore Dauda