Puesto que las frutas se propagan por medio de semillas, su progenie no crece lejos del árbol. Por lo tanto, su única oportunidad de esparcir sus semillas a lo lejos es que los animales se las coman y luego las “planten” en otro lado cuando defequen. La semilla enorme del aguacate presenta un riesgo grave, e incluso puede producir la muerte de cualquier animal contemporáneo si éste la traga, pero aparentemente, los aguacates coevolucionaron con los perezosos terrestres y eran comidos originalmente por los gonfotéridos, las criaturas inmensas parecidas a elefantes que vivieron durante el período del Mioceno y Plioceno, hace miles y miles de años, quienes arrancaban felizmente la fruta con sus fuertes trompas, la masticaban con sus enormes dientes y, cómodamente, pasaban las semillas a la tierra.
Evidentemente, el problema es que los gonfotéridos ya no existen, y sin embargo, los aguacates sí. En su libro The Ghosts of Evolution, Connie Barlow explica este fascinante fenómeno denominado “anacronismo evolutivo”:
La estrategia de propagación del aguacate hacía mucho sentido a lo largo de la larga existencia de su linaje; hasta el momento presente. Incluso después de 13 mil años, el aguacate no tiene idea de que los grandes mamíferos ya no existen. Para el aguacate, los gonfotéridos y los perezosos terrestres aún son posibilidades reales. Ladrones de pulpa como nosotros cosechamos los beneficios.
En el siguiente video (en inglés), Joe Hanson explica el curioso destino del aguacate y de las frutas parecidas a éste que están sujetas el fenómeno del anacronismo ecológico.