Jorge Bergoglio, conocido por sus feligreses como el papa Francisco, ha convocado a un sínodo extraordinario con casi 200 representantes de la Iglesia católica en Latinoamérica, incluyendo una delegación de líderes comunitarios de las naciones indígenas del Amazonas. Aunque los titulares hayan resaltado la posibilidad de ordenar sacerdotes casados (abriendo un debate centenario sobre la castidad del sacerdocio), es destacable la agenda medioambiental impulsada desde el Vaticano.
La reunión tendrá una duración de 3 semanas, y participarán cardenales, obispos y sacerdotes provenientes de todos los países cercanos al Amazonas, como Brasil, Colombia, Ecuador, Guyana Francesa, Perú, Surinam y Venezuela.
Además, una delegación de representantes de las naciones indígenas del Amazonas asistirá al sínodo.
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Bergoglio abrió el debate sobre los intereses “destructivos” que ocasionaron fuertes incendios desde principios de 2019 (Imagen: Reuters).
La Iglesia debe reinventarse
Durante su sermón del domingo, el papa Francisco señaló que diversos líderes de la Iglesia católica son más parecidos “a burócratas, no a pastores”. Desde junio pasado, la política episcopal sobre el medioambiente ha consistido en ordenar que sus obispos “se unan a movimientos sociales de base, para hacer un anuncio profético de una agenda de justicia social, agricultura orgánica y agrosilvicultura”.
El señalamiento más abierto de la postura medioambiental del Vaticano llegó en la forma de una denuncia indirecta del papa Francisco hacia los “intereses destructivos” en la selva húmeda más grande del mundo en la Amazonía:
“Los incendios que son motivados por intereses destructivos, como el que recientemente arrasó con la Amazonía, no están en concordancia con el Evangelio”.
Desde principios de 2019 se han registrado aproximadamente 80,000 incendios, los cuales han devastado más de 9,000 kilómetros cuadrados de selva.
Los asuntos por los que la prensa está más enganchada en este sínodo tienen que ver con la jerarquía católica y el llamado del papa Francisco para “abrirse al cambio”.
Por un lado, la negativa de la Iglesia a permitir a las mujeres votar y ser ordenadas como “ministros oficiales”; por otro, la polémica discusión sobre ordenar como sacerdotes católicos a líderes respetados de comunidades amazónicas, “incluso si han formado ya una familia estable”.
Pero desde que era arzobispo, Bergoglio ha optado por valorar la “cosmovisión de cada pueblo”, con especial énfasis en “pueblo”. Dentro de la doctrina religiosa del siglo XXI, la aceptación de la diferencia y la pluralidad de voces es lo único que puede hacernos pensar y actuar como una sola humanidad, sin importar nuestras creencias religiosas.