Desde la distancia más lejana, el océano resalta como el ecosistema clave del planeta. Un enorme globo azul que alberga la vida más extraordinaria e inspiradora. Acercándonos a sus superficies observamos mares de todos colores; celestes, oscuros e incluso rosas. No obstante, en aquellos que alojan aguas templadas y tropicales encontramos un ser único en verdad: el dragón azul.
Por siglos se ha dicho que el océano esconde criaturas dignas de cuentos mitológicos, pero esas son sólo teorías. Aunque, algunos cuantos han tenido la suerte de encontrarse con seres marinos excepcionales, tales como una mantarraya rosa, orcas blancas o bien un dragón azul.
Dragón azul: el rey de la adaptación
El Glaucus atlanticus, o bien dragón azul, es una babosa marina. Un molusco de la familia Glaucidae que recorre principalmente el Océano Atlántico, aunque se ha encontrado en todos los océanos.
Habitando específicamente la parte más superficial del agua, esta especie podría estar en constante peligro de ser una presa. Sin embargo, cada ser cuenta con una característica muy particular que nos permite sobrevivir con mayor facilidad: la adaptación.
La evolución le otorgó al dragón azul una cualidad clave para sobrevivir, el camuflaje. Gracias a sus distintas tonalidades azules que visten su organismo, esta babosa marina se pierde entre el agua y evitar ser vista por los depredadores en la superficie.
Mientras tanto, los que están debajo de ella -en las profundidades marinas- también son engañados. La parte inferior de su estructura resplandece con un color plateado, el cual imita el brillo provocado entre el agua y el Sol.
Libre como un dragón en el océano
De esta forma, cada parte de su hidroesqueleto (esqueleto líquido) está diseñada para navegar como una burbuja de agua. Inerte entre las corrientes del mar, se mantiene a flote con sus apenas 4 cm de largo y sus extremidades que se abren paso como las ramas de un árbol.
El pequeño dragón azul navega libre por los océanos, aunque si en algún momento te cruzas con él deberás de tener cuidado. Al comer medusas venenosas, este peculiar ser almacena las células urticantes dentro de sus tejidos y lo usan como defensa ante alguna amenaza.
Por esa razón, es mejor contemplar al dragón azul desde lejanía e incluso intentar emular su viaje por el océano. Después de todo, dejarse llevar por el movimiento del mar y el viento puede hacernos reconectar con lo más esencial del planeta: la vida.