Mientras el cuerpo se desintegra, el espíritu danza libre para vivir en la eternidad. Al término de la vida espera el Mictlán, aquel lugar de eterno reposo para los seres queridos que han dejado el plano físico. Este día de muertos recordamos el Mictlán, el inframundo antiguo que recibía las almas de los ancestros mexicanos.
La cosmovisión mexica veía al Mictlán como un nivel inferior a la Tierra, como aquel recinto que, según Bernardino de Sahagún, era peligroso y lúgubre. Muchas historias se cuentan sobre este inframundo, pero ninguna es tan fascinante como la de las propias civilizaciones antiguas.
Ogonek
La leyenda del inframundo mexica
El viaje hacia el Mictlán estaba lleno de obstáculos y pruebas para las almas ancestrales. Divididos en nueve niveles verticales y descendientes, el viaje al inframundo de los mexicas podía durar hasta cuatro años.
Cualquier alma es bien recibida a este viaje, después de todo la muerte no discrimina por edades o riquezas. El Mictlán ofrecía a las almas un paseo por las nueve dimensiones en las cuales tenía que probar que su espíritu era indestructible.
Todo el proceso hacia el inframundo simula un cómputo del tiempo. En cada dimensión espera un señor del día y otro de la noche, en total son 18 que multiplicados por 20 resultan 360 días del año; más los cinco puntos cósmicos: agua, tierra, aire, fuego y sol. En total, tenemos los 365 días del año.
Una vez que se pasara por todo el ciclo del tiempo, el señor de los muertos Mictlantecuhtli da la bienvenida a las almas para brindarle alegría y un principio eterno. Sin embargo, antes de llegar ahí cada difunto tenía que emprender el viaje hacia los nueve niveles del inframundo antiguo.
Día de muertos, los nueve niveles del Mictlán:
Primer nivel: Chiconahuapan
Mejor conocido como el “lugar de los perros”, este primer nivel pedía al alma cruzar el río del infierno. Sin embargo, sólo podía lograrlo con la ayuda de un perro pardo: el xoloitzcuintle. El difunto llevaba consigo un perro de pelo de bermejo atado para pasar esta primera prueba, ya que era el único perro que aceptaría acompañarlo en el cruce.
Segundo nivel: Tepectli Monamictlan
Reconocido como el nivel que los cerros que se unen, se dice que aquí las almas se enfrentaban a dos cerros que se abrían y cerraban. Chocando entre sí de manera continua, los difuntos debían buscar el momento exacto para pasar sin quedar atrapados entre las dos grandes rocas.
Tercer nivel: Iztepetl
Para superar el tercer piso era necesario escalar. Grandes cerros se levantaban frente a los difuntos, pero se complicaba aún más debido a que los montes estaban repletos de rocas afiladas que podían herir al alma.
Cuarto nivel: Itzehecayan
Conocido como el lugar del viento de obsidiana, el cuarto nivel era un sitio que se describe como desolado y lleno de hielo. A esta zona se llegaba después de subir los montes del tercer nivel y representaba un lugar donde el hielo no dejaba de caer.
Quinto nivel: Paniecatacoyan
Después de atravesar la colina de Itzehecayan, el alma se encontraba en un sitio donde la gravedad se pierde y grandes vientos arrastran todo. Es en este nivel donde el difunto podía decidir liberarse y pasar al siguiente nivel o aferrarse al suelo.
Sexto nivel: Timiminaloayan
Después de liberarse un gran sendero debía de ser atravesado. Durante la travesía, saetas filosas recorrían el paso de las almas y podían causar varias heridas. Se dice que aquellas flechas o saetas eran las batallas perdidas del plano terrenal.
Séptimo nivel: Teocoyohuehualoyan
El señor de los jaguares, Tepeyóllotl, se encuentra en este nivel. Liberando a felinos salvajes para devorar el corazón de aquellos difuntos viajeros. La máxima prueba en este nivel era dejarse comer el corazón, pues este es el precio para avanzar al siguiente nivel.
Octavo nivel: Izmictlan Apochcalolca
El río de aguas negras conocido como Apanohuacalhuia desembocaba en este nivel. Cada fiunto debía atravesar el río y evitar ahogarse, lo cual sólo se lograba si se despojaba por completo de su cuerpo para que el alma quedara libre.
Noveno nivel: Chicunamictlan
Donde desembocaban las aguas del río iniciaba el noveno nivel. En esta travesía, el alma del difunto era por fin liberada de los padecimiento del cuerpo por los dioses Mictlantecuhtli y Mictecacihuatl, quienes representan la esencia femenina y masculina.
Al final del último nivel, el alma debía entregar a Mictlantecuhtli los tributos con los que había sido enterrado. Una vez completada la tarea el alma llegaba al final del Mictlán y a la reunión con ancestros y la eterna paz.
Junto al Mictlán, el día de muertos se ha convertido en una celebración de la magia de la muerte. La trascendencia del alma y la llegada a otro plano que nos dota de felicidad eterna. En la actualidad se celebran tanto el antiguo viaje al Mictlán, así como la versión moderna del día de muertos con ofrendas. Al final del día lo más importante es conectar con el universo de los difuntos y hacer homenaje a lo valioso del alma.