Tal vez por una nostalgia prenatal, sentimos debilidad por la foto subacuática. Las imágenes bajo el agua tienen un encanto amniótico. En mares o piscinas, digitales o análogas, fijas o en movimiento, cuando la cámara se sumerge entra a la atmósfera líquida, donde la fuerza de gravedad es más sutil.
Jun Shimizu
Bajo el mar y marismas u otros cuerpos de agua el ojo humano no puede estar expuesto, la lente de una cámara submarina nos recuerda ese visor de la infancia porque veíamos, tal vez, pequeños peces detrás de migas de galleta. Las albercas también son un escenario en sí mismo en su fondo de azulejo liso, en las albercas jugamos a ser un poco anfibios… a veces cisnes elegantes en la superficie, a veces, ballenas en pleno chapuzón…
Disfrutar de la fotografía subacuática es como volver a disfrutar saltar en los charcos o imaginar que puede llover ranas o peces; es una estética en sí misma y una debilidad de las naciones en los cinco continentes.
Lianne Strik
Lianne Strik
En ocasiones, una toma abierta nos sumerge en los dominios de las ballenas, pero un ojo de pescado también nos da un ángulo sobre los tesoros de piratas escondidos.
Matty Smith
En blanco y negro, estas imágenes nos transportan al dramatismo de predadores milenarios como el cocodrilo de los pantanos, mientras que en las imágenes a color nadamos en gamas de azules infinitos.
Richard Meng
Cámaras y lentes, microfibra y grandes angulares despiertan nuestra conciencia sobre la vida en el llamado “planeta azul”.
Jennifer O’Neil