La idea de Aristóteles sobre que la velocidad de un cuerpo en caída libre depende de su peso, permeó en la física durante siglos, hasta que Galileo Galilei vino a revolucionar esta y otras bases que ahora forman parte de cómo entendemos a las fuerzas del universo.
Ya en la Antigua Grecia, Aristóteles desarrolló sus propias conclusiones sobre el comportamiento de los cuerpos en distintos fluidos, incluido el aire. Desde entonces, los griegos ya se preguntaban cómo es que los objetos tienden a caer a la tierra y qué fuerza hay detrás de esto. Por ello, Aristóteles desarrolló su teoría primitiva gravitatoria, que entre muchos de sus aspectos aquí plasmó que la caída libre de los objetos dependía de la ‘levedad’ o ‘gravedad’ de los pesos. Es decir, entre más pesado un objeto, más rápido se precipitaría hacia el suelo. Por el contrario, la caída libre de objetos más livianos, tendería a retrasarse comprados con objetos de mayor peso.
Y esta idea se mantuvo presente hasta que Galileo Galilei salió a refutarla de una manera magistral. Para demostrar que Aristóteles se equivocaba, Galileo subió (hipotéticamente) a lo más alto de la torre de Pisa y dejó caer dos objetos uno pesado y uno más liviano. Si Aristóteles tenía razón, entonces el objeto más pesado debía caer primer. Y aunque Galileo no apeló a la práctica, ya que no hay registros de que llevara a cabo el experimento de manera real, sí que apeló a la lógica y por mera reducción al absurdo dedujo que Aristóteles había errado. ¿Cómo lo logró?
Reducto al absurdo
Utilizó el reducto al absurdo de una manera magistral tan sólo con llevar a cabo mentalmente el experimento descrito antes. Mismo que se menciona en distintas fuentes, pero casi nunca se describe completo y ese ‘casi’ hace una diferencia enorme para lograr entender por qué Galileo concluyó que Aristóteles estaba equivocado.
En la sabiduría contemporánea se menciona que Galileo dejó caer dos objetos con distintos pesos desde la torre de Pisa. Lo que no se menciona es que en realidad se trataba de un sistema, no de objetos aislados. Así, el físico italiano imaginó ambos orbes unidos por una cuerda y por lo tanto uno influiría en el resultado del otro y viceversa. Si la teoría aristotélica fuera correcta, obtendríamos dos conclusiones que resultan contradictorias, argumento que en lógica se denomina ‘reductio ad absurdum’.
Por un lado, tendríamos que la piedra de menor peso frenaría a su compañera (así como la más pesada aceleraría a la primera). Mientras que por el otro, el peso de ambas sumado constituiría un peso mayor que el de los objetos por separado. Así que debería caer más de prisa.
De un mismo evento obtenemos dos conclusiones que resultan contradictorias: en el primer caso, el conjunto debería caer más lento que si se arroja únicamente el objeto pesado. En el segundo caso, el conjunto debería caer más de prisa que si se arroja únicamente la piedra más grande. Así fue como Galileo finalmente demostró que Aristóteles había errado en sus conclusiones.