La galería internacional Hauser & Writh abrió hace tres años su galería Somerset. A tres horas y media de Londres, un granero se convirtió en la sede para una muestra de arte rústico. La exhibición The land we live in- The land we left behind, explora con eclectisimo un nuevo nicho en la conversación del arte contemporáneo: lo rural.
El curador Adam Shutherland conjugó objetos y saberes de artistas de distintas épocas para que el espectador que recorra este granero convertido en espacio estético atestigüe la relación amor-odio del citadino y su nostalgia por la vida campestre.
Lo contemporáneo en el arte se hace rural. Las más nuevas interpretaciones del espacio arquitectónico, lejos de los edificios y ambientes citadinos; así como una incorporación de la gastronomía y el agroturismo, son las apuestas de esta sede que acoge 160 trabajos de al menos 15 diferentes colecciones públicas, en donde la reflexión sobre la sociedad y su vínculo con lo rural, igualmente, se deifica como utopía o se desmitifica y no con poco sarcasmo.
Si bien en el siglo XX y buena parte del siglo XXI los cascos urbanos eran por antonomasia “la meca del arte”, el vertiginoso y desmedido desgaste de las ciudades ha hecho volver la mirada sobre los puntos de origen de las materias primas: el medio rural.
Aun con toda la tecnología de punta de la que se puede disponer hoy, el sustento de las sociedad sigue siendo la agricultura y la ganadería, en miras hacia un futuro con sustentabilidad, incluso artistas y curadores se desplazan a lo rústico, y a veces rudimentario, para avistar desde esos páramos, otras formas de relacionarse y reconectar con la naturaleza y la intervención humana, como fuerzas creadoras y creativas.
The land we live in- The land we left behind no sólo es un discurso plástico, es la curaduría para una plataforma interdisciplinaria ya que dará lugar a 70 eventos, entre ellos, charlas, talleres de panadería, preparación de quesos, degustación en largas mesas compartidas y más de la parafernalia granjera que inspira hoy a artistas internacionales.
La vida campirana, la que prevalece y la que se ha quedado atrás, hacen repensar los ciclos creativos de siembra y cosecha, del arte bucólico y del arte transformativo.