Uno de los más fascinantes y significativos fenómenos astronómicos es el afelio, el momento del año en el cual la Tierra se mueve 3,600 kilómetros más despacio porque está 5 millones de kilómetros más lejos del sol.
Esto sucede porque la órbita de la Tierra alrededor del sol es elíptica, y es durante el afelio que se encuentra en el extremo más lejano, siendo además que el sol nunca está en medio de esa elipsis. Por eso el afelio tiene un contrario, que es el perihelio, el cual ocurre los primeros días de enero e implica una mayor velocidad orbital.
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NASA
Pero, ¿por qué estos fenómenos se traducen en un cambio de velocidad de la Tierra? Porque cuando los planetas están más cerca del sol se mueven más rápido, y cuando están más lejos se mueven más lento; esto se conoce como la segunda ley de Kepler.
Durante el afelio, la velocidad orbital de traslación disminuye 3,600 kilómetros respecto de la traslación durante el perihelio.
Estos fenómenos no tienen implicaciones para el clima, aunque normalmente se asocia el aumento de temperatura en el hemisferio norte con el afelio, lo que en realidad tiene que ver con la inclinación de la Tierra y el hecho de que el sol está más alto en el horizonte en algunas zonas del mundo.
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Pero culturalmente, e incluso filosóficamente, el afelio y el perihelio sí tienen muchas implicaciones. Para algunos pensadores, el cosmos y sus órbitas elípticas demuestran la perfección geométrica de la creación, la cual está regida por la armonía musical. Pero para Kepler esta armonía no es estática, sino dinámica, por lo cual en su libro De Harmonices Mundi retoma a Pitágoras, buscando en la velocidad de los planetas los intervalos musicales que hacen armónico al universo, como lo planteara el filósofo griego siglos atrás.
Para Kepler, quien definió la ley que rige la relación entre afelio y perihelio que acabamos de explicar, un desplazamiento rápido da como resultado un sonido agudo, mientras que un desplazamiento lento, como el del afelio, da uno grave. Así, el gran astrónomo convirtió todas sus observaciones celestes en cálculos a partir de los cuáles obtuvo los intervalos deseados y, con ello, descifró cómo sonaba el cosmos y por qué su sonido debía de ser armónico.
Así que este 6 de julio a las 17:46 GMT, cuando la Tierra esté más lejos del sol, viviremos uno de los momentos clave en la afinación de nuestra galaxia y de las fascinantes órbitas elípticas de planetas como el nuestro, que con su coro seguramente producen un sonido deslumbrante.