Hasta hace poco, los autos, el tránsito, los habitantes, los turistas, los espectáculos y mucho más se daban cita en las calles de esta icónica ciudad. Nueva York es el centro del movimiento en Estados Unidos, y cualquier hora era buena para dar un paseo por Times Square, Wall Street o la Quinta Avenida. Ahora todo luce desierto excepto por las patrullas, doctores y ambulancias que recorren los caminos.
© Deborah Copaken
Este momento pasará a la historia como algo inédito. Previamente, se creía imposible que un evento pudiera paralizar las grandes ciudades del mundo de esta manera. Nunca consideramos que la naturaleza tendría el poder de hacerlo.
Creímos que la modernidad nos había vuelto invencibles, que la globalización sería algo imposible de derrotar. Sin embargo, una pandemia detuvo las actividades de casi todo el mundo y demostró que no estamos preparados para enfrentar las catástrofes naturaleza (que hemos fomentado al descuidar el medioambiente).
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Tal vez esta sea nuestra oportunidad para acomodar mejor nuestras prioridades como sociedad y demostrar la importancia que tiene para nosotros la vida de los demás. El silencio de Nueva York es una muestra de que trabajando en completa unión podemos hacer cosas que no creíamos posibles, sólo falta que decidamos hacerlo. Más allá de los resultados que tengan las medidas tomadas por la ciudad para prevenir el contagio del nuevo coronavirus, la prueba de que se puede colaborar de forma masiva es clara.
Cuidémonos nosotros y a los demás, a los animales y el mundo. Puede sonar un poco cliché, pero la realidad es que todos estamos conectados de una forma u otra, y si un eslabón de la cadena se rompe… el ciclo se detiene.
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DC
