Simbolismo Orgánico: El árbol-laberinto De Henrique Oliveira

Simbolismo orgánico: el árbol-laberinto de Henrique Oliveira

Apropiándose de un símbolo arquetípico y reutilizando materiales desechados, este artista Brasileño nos recuerda que el valor del arte, más allá de su estética, es la experiencia que nos brinda.

Toda creación de arte es gestada por su tiempo y, muchas veces, gesta nuestras propias sensaciones.

– Vasili Kandinski

 

En De lo espiritual en el arte, Vasili Kandinski describe cómo la esencia interior de una obra la convierte en arte; la imitación de estilos del pasado solo puede resultar en trabajos desalmados. Es la labor del artista, del verdadero artista, crear obras nuevas que resuenen con las emociones más finas que el ser humano puede llegar a sentir –las cuales, por cierto, se refrescan a sí mismas más allá de sus moldes arquetípicos–. Y es su responsabilidad, como creador de mundos, reconocer el valor espiritual de los materiales y ambientes para crear algo capaz de satisfacer la sed del espíritu.

Quizá Kandinsky buscaba reflejar la naturaleza del arte abstracto, que nace del autoconocimiento, de lo interno; sin embargo dio forma a una teoría que describe un aspecto fundamental del arte contemporáneo: hacer vibrar con las obras las cuerdas más profundas de las emociones humanas.

Simbolismo orgánico: el árbol-laberinto de Henrique Oliveira

Precisamente lo anterior es lo que concreta el brasileño Henrique Oliveira. Nacido en el campo y educado en la ciudad, este joven creador descubrió que detrás de una fachada cosmopolita yacen enormes desperdicios. Tras pasar un tiempo buscando materiales por la ciudad, encontró el tapume, un tipo de madera barata utilizada en construcciones precarias o para proteger la obra negra. Al romper el material encontró que sus diferentes capas se desprenden como si fueran piel, y encontró un perfecto uso para dicho material: un laberinto que simula las raíces de un enorme árbol.

 

“Puede verse como un objeto” explica Oliveira, “pero no es sólo un objeto: es una experiencia”. Su creación, llamada Transarquitetônica, que ocupa más de 1,600 metros cuadrados en el Museu de Arte Contemporânea da Universidade de São Paulo, es un pequeñísimo mundo que se enreda y desenreda en un circuito de túneles, venas, y raíces: un nido de ideas.

Al centro de este laberinto conceptual aguarda una reflexión sobre la naturaleza, los materiales que utilizamos, y su potencial para inspirarnos. En Transarquitetônica las paredes de tapume se convierten en algo más trascendente que muros frágiles y desechables, son ecos arbóreos. Un laberinto físico que imita la naturaleza y, con cada paso, nos permite reconectar con pulsos fundamentales.

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