Contra la injusticia eterna, el hombre debe hacer justicia, y para protestar contra el universo del dolor, debe crear felicidad.
Albert Camus
El filósofo y escritor Albert Camus vivió una época difícil. Sus mejores obras de literatura exploran el lado más oscuro de la conciencia humana después de las guerras mundiales. Su vida personal fue igual de tumultuosa, marcada por el exilio y la muerte.
Ante esto, se entiende por qué el ganador del Premio Nobel de Literatura afirmó que la felicidad era un crimen. En un mundo azotado por la masacre, había cierto escepticismo en torno a esta emoción. ¿Por qué, y para qué, ser felices?
La sociedad que hoy nos acoge, ha puesto la felicidad a nuestro alcance. Para algunas personas ésta se encuentra en las posesiones materiales y el éxito económico. Para otras, el mundo sigue siendo tremendamente desigual.
En este sentido, la felicidad también podría verse como una acción egoísta. ¿Cómo estar contentos cuando no todos son libres de serlo? Aunque esta visión puede parecer pesimista, en realidad es todo lo contrario.
La felicidad que Camus rechaza es la superficial, la obligada, la que se antepone a todas las demás emociones. Él comprendía que el dolor es un sentimiento necesario para alcanzar una vida con propósito.
A pesar de reconocer el absurdo de la vida en sí misma, Camus fue un firme creyente de la libertad de vivir. Como dijo en su magistral obra El mito de Sísifo:
El acto más importante que realizamos cada día es tomar la decisión de no suicidarnos.
Ante un mundo absurdo y sin sentido, en el que rendirse sería sencillo, la voluntad de seguir vivos es lo más preciado. Pero esta voluntad no debe centrarse en la búsqueda de una felicidad egoísta, sino en la conciencia de que estamos vivos, de que podemos ser libres y tenemos el derecho a rebelarnos.
Este metafórico “rechazo a la felicidad” también aboga por no excluir otras emociones. No hay por qué sentir humillación ante la tristeza, la frustración y el enojo, pues forman parte de la complejidad de la vida. Es más: son la vida misma, y nos permiten enfrentarnos a las dificultades.
En fin, la felicidad va más allá de los placeres hedonistas. Su búsqueda es un crimen sólo cuando la vemos como una obligación. En un universo absurdo, no hay una única manera de vivir una vida excelente.
Para este gran escritor, determinar nuestra propia manera de sentir la plenitud, procurar la felicidad de los demás y no escapar de la melancolía son los pasos hacia una vida llena de significado.