Tanto en Occidente como Oriente, existe una serie de tradiciones culinarias sinceramente desconcertantes. Por un lado, en Oriente, se premia a los cocineros chinos que logran mantener vivo a un pez Ying Yang después de haber sido escamado, sazonado y sumergido en aceite hirviendo, o logran que rodajas de serpiente sigan movimiento a la hora de servir el platillo; o se espera en Japón que los tentáculos del pulpo ikizukuri sigan moviéndose mientras son masticados por los comensales. Por otro lado, restaurantes en Occidente, principalmente en California y Nueva York, EE.UU., han comenzado a mutilar y servir vivos a animales como pulpos. De acuerdo con People for the Ethical Treatment of Animals –PETA–, restaurantes como T Equal Fish, preparan camarones vivos como parte de su especialidad gastronómica: mientras cortan sus colas y las colocan en platos junto a sus cuerpos, arrancan sus exoesqueletos con el fin de que los comensales puedan morder directamente su carne. Otras de sus platillos recomendados por la casa son las langostas, a las cuales les arrancan sus colas para prepararlas “al estilo sashimi” y servirlas a lado de sus “cuerpos mutilados pero todavía vivos”. Frente a esto no queda más que preguntarnos cuál es el objetivo de realizar estas prácticas culinarias. No existen justificaciones inocuas ni gastronómicas que afirmen la mejora de la comida si se consume viva –de hecho, todo lo contrario–, por tanto su objetivo es meramente para el divertimento de los clientes. En palabras de PETA Latino, “Algunos restaurantes cocinan al vapor langostas, pulpos y otros animales vivos en ollas calientes de ‘mariscos vivos’. La estridente clientela entre risas suelen pinchar a los animales que siguen luchando, y algunos de ellos son “encargados” de impedir que escapen.”
Para el Dr. Mather, los animales “pueden prever una situación dolorosa, difícil y estresante –pueden recordarla. No hay absolutamente ninguna duda de que sienten dolor.” Cuando son cocinados y comidos vivos, su sistema nervioso –SN– desarrollado manda señales de dolor excesivo, hasta que su SN es completamente destruido con la muerte. ¿Es este el objetivo de la inocuidad en los alimentos? La relación entre lo que comemos y somos necesita se regulada por decisiones éticas que dan forma a la cultura y sociedad en que vivimos. Estas decisiones éticas no cubren solamente nuestras necesidades alimenticias, implican también nuestra responsabilidad hacia nuestra propia especie y hacia las otras que coexistimos en el planeta. Comer pescados vivos es una brutalidad que necesita acciones más allá de la denuncia; necesita una ética sobre las prácticas alimentarias que tenemos en nuestras propias sociedades. También en Ecoosfera: Somos lo que comemos: hacia una ética alimentaria